domingo, 26 de mayo de 2013

Insatisfecha


















Insatisfecha

Era noche de viernes y Adriana se estaba durmiendo en el sillón.

Se despertó cuando una tanda de propaganda pareció aumentar al volumen de la tv.
Estaba comenzando a sentirse frustrada y enojada nuevamente con Alfredo, su marido.
Ya al iniciar la mañana, había despertado con ganas de follar. Se lo había insinuado a su esposo, pero como últimamente sucedía, él había eludido el tema.

Las excusas habían empezado a ser repetitivas: que la falta de tiempo, que el exceso de trabajo, que no se sentía bien. Últimamente las sesiones de sexo se habían degradado. Lo estaban haciendo una vez por mes y ni siquiera se podía decir que fueran buenas sesiones.
Apenas un poco de juego previo y Alfredo terminaba rápidamente, casi sin estimularla.

Como tenía más tiempo en las mañanas que su pareja, solía esperar a quedarse sola y antes de levantarse, aprovechaba el vibrador para iniciar bien el día. Luego de masturbarse, se daba una ducha y un poco más apaciguada, trataba de enfrascarse en el trabajo.

Sinceramente estaba en una situación en la que no sabía cómo salir. Prácticamente estaba comenzando a obsesionarse con el sexo. Discretamente, en el trabajo solía mirar a algunos compañeros y se preguntaba cómo serían en la cama. De qué forma estimulaban a sus parejas... si tenían sexo oral... cómo usaban sus lenguas... en fin... a veces sus pensamientos parecían tener vida propia y en lo que  a ella le concernía, estaba deseosa cada vez más de sentir una buena verga dentro de sí....

Esta noche no era distinta. Sola, esperando el regreso de Alfredo para intentar hacer el amor por enésima vez, había estado jugando con el control remoto hasta llegar a uno de los canales eróticos, deteniéndose a ver una peli de sexo crudo.

Usualmente no les prestaba mucha atención a ese tipo de películas, sobre todo porque no le veía mucha utilidad. En ella no solía funcionar la estimulación visual. Pero desde hacía unos meses, su situación había cambiado. Hoy estaba especialmente excitada y al ver la película, le había gustado el aspecto del protagonista. Su físico no era muy espectacular, como el típico actor porno. Los actores tenían un aspecto más "normal" que otras cintas y eso le había llamado la atención.

En medio de un encuentro sexual, había quedado prendada de las imágenes al punto de que sentía una serie de sensaciones viscerales que le recorrían por dentro del estómago, y de a poco el deseo le había invadido. Había aprovechado las imágenes para tocarse la humedecida vagina con la intención de jugar un par de minutos con su clítoris.

Ahora veía una polla enorme mientras su cuerpo empezó a reaccionar con calentura y con picores en su entrepierna. Sin levantarse del sillón, disminuyó las luces del living con el control remoto y sin quitarse la bata, le abrió dejando entrever su abdomen y la línea de sus muslos. Estaba semi recostada, con la bata abierta y su mano derecha explorando el coño por debajo de la bombacha. Comenzó a masturbarse rítmicamente mientras una oleada de calor le inundó el rostro. Abría y cerraba las piernas siguiendo el movimiento experto de sus propios dedos, que recorría el clítoris que ahora estaba endurecido y mojado con un líquido viscoso.

Adriana empezó a mojar sus dedos mientras sus fluidos recorrían los pliegues de su sexo y el culo y terminaban derramándose en la bata, dejando un rastro de mucus espeso. Miraba fijamente a uno de los protagonistas, del que le había gustado el cuerpo y le fascinaba el culo que se endurecía en cada embestida que daba para penetrar a la golfa que se le entregaba en la película. Por un momento dejó que su imaginación le llevara a volar y se imaginó a sí misma cogiendo ferozmente con un compañero sexual que le llevara a volar en esas nuevas experiencias que secretamente estaba deseando tener.

Se imaginó a sí misma dejándose penetrar por algún desconocido que le follara sólo por puro placer. El sentirse en una situación así, en la que se dejara clavar por una polla por el sólo hecho de experimentar placer no hizo más que alimentar aún más el morbo de la situación. Adriana se imaginó a sí misma como una puta cualquiera y era tal su excitación que saberse gozada por un desconocido que le pagara por sus servicios le hizo experimentar en su mente una mezcla nueva de sensaciones que terminaron de hacer estallar su cerebro mientras un chorro de líquido fue expulsado por su vagina y terminó mojando sus dedos. La bata quedó empapada y parte del líquido se traspasó al sillón. Poco lo importó. Acababa de experimentar unos de los orgasmos más excitantes de su vida.

Consciente de que los juegos mentales le habían hecho experimentar una de las sesiones de sexo más erotizantes de las que había experimentado desde hacía mucho, se entusiasmó con la idea de jugar mentalmente en el próximo encuentro con su marido.

Subió sus pies en un sillón próximo mientras su mano se retiró y colocó sus dedos para seguir explorando su coño, pero ahora por encima de la tela. Hurgó su raja tocando toda la extensión de su sexo y notó que la vedettina está completamente mojada. Esparció el líquido pegajoso por los labios mayores y los pliegues de su sexo con los muslos mientras sentía la sensación viscosa y caliente del líquido sobre su piel. El olor de su sexo llegó a su nariz y no pudo dejar de escapar un gemido de perra en celo.

Volvió a excitarse nuevamente y consciente de su necesidad de experimentar una buena penetración, hizo a un lado su ropa interior y ahora decidió penetrarse la vagina con un par de dedos.

Esta vez la paja fue más intensa. Cerró los ojos sin dejar de gemir y como una cachonda perdida un par de hilos de baba salieron por la comisura de sus labios mientras su lengua relamía los labios. Tenía dos dedos muy dentro del chocho y con los otros, cada vez que se penetraba bien profundo, buscaba la línea del culo para terminar de estimularse el ano.

En una oleada de excitación, abrió todo lo que pudo sus piernas mientras sus dedos entraban y salían sin parar. Estaban muy mojados y resbalosos por la cantidad de flujo que le salía.
Adriana dejó volar su imaginación mientras se imaginaba una feroz penetración del actor porno que estaba mirando y sin dudarlo ni por un momento, penetró su chocho con dos dedos de su mano izquierda y el dedo medio de su mano derecha, totalmente lubricado por sus líquidos vaginales, le penetró el culo bien profundamente. Lo siguió moviendo y un par de gemidos fuertes y graves se escaparon de su boca mientras sentía esa doble penetración y experimentaba la sensación de su propio dedo por el culo, que se movía con vida propia y le estimulaba por dentro. En ese momento Adriana hubiera querido una buena verga que le penetrara profundamente por el ano,

Cada vez se movía más y más fuerte y alocadamente. Decía frases obscenas a un amante imaginario que le trataba como una puta cualquiera.

Terminó por segunda vez, pero su agitación no hacía otra cosa más que aumentar y con una sensación de vacío visceral, se levantó y fue al baño a mojarse un poco la cara. Necesitaba una polla, algo más que un par de dedos. Quería un pedazo de carne dentro de sí misma. Lamentó su indecisión que nunca le había permitido comprar un vibrador. Buscó con la vista en el baño para ver si encontraba algo que sirviera como consolador. Por unos momentos se detuvo en un frasco de desodorante. Lo tomó y se lo llevó directo al coño, introduciéndolo entre sus labios vaginales. Después de uno o dos intentos, terminó por desecharlo.

Esperaría a Alfredo y se lo cogería bien cogido, quisiera o no. Necesitaba una polla viva, real dentro de sí. Quería experimentar la calidez de la carne y el semen derramándose dentro de su coño.

Esta noche especialmente quería una penetración profunda, así es que esperaría a su marido, que hacía más de un mes que no le tocaba. Esta noche no dejaría que ninguna excusa le impidiera fornicar como una puta.

Volvió al sillón del living y siguió mirando la película triple xxx en donde había podido identificarse con una de las chicas. Adriana tenía 42 años y era delgada. Tenía algo de barriguita y un par de flotadores, pero era algo normal para su edad. Con tres hijos casi adolescentes, su aspecto no era de modelo, claro está, pero sabía que arreglándose adecuadamente, muchos hombres aún se daban vuelta para admirar su figura.

En las últimas semanas, había estado vistiéndose de modo muy atractivo, jugando con la sugestión y sus compañeros de trabajo le habían premiado con varios piropos. Se había deleitado internamente con las insinuaciones que había escuchado a su paso por la calle.

Su mente vagaba por esos pensamientos cuando miró el reloj y un insulto se le escapó por lo bajo. Alfredo le había anticipado de una reunión de último momento con sus amigos, así es que sospechaba que sus planes de sexo se estaban desmoronando de a poco. Había preparado la cena temprano para sus hijos, y a esa altura de la noche, ya hacía un par de horas que estaban durmiendo.

Adriana había aprovechado después de lavar la vajilla para darse un baño. Había subido la calefacción del living y vestía una vedettina negra junto a una bata de baño. No llevaba corpiño. Tenía puestas un par de medias negras altas y cubría sus pies con un par de pantuflas. Nada impresionante, ya lo sabía. Pero había invertido una gran cantidad de su  tiempo depilándose las piernas y recortando el vello de su sexo.

Con cada minuto que pasaba, su frustración iba en aumento. Había perfumado sus muslos en la entrepierna con la esperanza de algo de sexo oral y por si acaso, unas gotas de crema humectante se habían deslizado por su culo. Esta noche tenía muchas ganas de comportarse como una perra con su marido. Eran tantas las ganas que tenía que el sólo pensar en la posibilidad de follar,  habían hecho que algo de flujo manchara su ropa interior. Eso, y la película porno que acababa de terminar.

Frustrada, como casi siempre, estaba por irse a dormir cuando sonó el teléfono. Con un insulto por lo bajo, pensando que podían despertarse los críos, atendió rápidamente preguntándose quién sería.

Sintió la voz masculina que decía

-"Hola...¿Adriana?". Pareció reconocer el timbre de aquella voz
-"Si ella habla... ¿Quién es?". Preguntó intrigada.
-"Soy Daniel, el esposo de Alicia..". Su amiga Alicia estaba en viaje de negocios desde hacía algo así como una semana
-"Ah... ¡Daniel! ¿Que cuentas?"
-"Todo bien, Adri... ¿Te desperté? Disculpa si lo hice"
-"No, está bien... Estaba esperando a Alfredo, que se está demorado de una reunión. ¿Que puedo hacer por tí?"

Daniel siempre fue un buen amigo del matrimonio. Atento y servicial, estaba casado con Alicia, una amiga de muchos años que manejaba cuentas corporativas en una firma de abogados. Alicia viajaba frecuentemente, como ahora.

Daniel le respondió:

-"Mira... de eso se trata. Alfredo está muy pasado de copas. Pensaba llevarle a tu casa porque no puede conducir. El problema es que el auto tendrá que quedarse aquí..."

El enojo se mezcló con la frustración. Tomando un poco de aire para no sonar encabronada, respondió:

-"Huau... no sé qué decir de la vergüenza. Gracias, Daniel"
-"No hay de qué, Adri... Nos vemos en unos minutos ¿Si?"
-"Te espero, claro que sí."

Al colgar, dejó escapar un insulto mientras su frustración contenida desde hacía ya varios meses, hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Otra noche perdida. Otra frustración sexual más en su vida.

Aún enojada, pero resignada, decidió que no se vestiría para recibir a Daniel que traía a su marido borracho. No estaba con ánimo. Simplemente se acomodó la bata y preparó algo de café, pues tendría que esperar una media hora en que llegara el marido de su amiga.

Después de unos treinta minutos, sonó el timbre de la calle. Después de mirar por la mirilla, Adriana abrió la puerta y el cuadro que se le presentó fue bastante más serio del que había pensado.

Ella creía que Alfredo vendría con una par de copas y mareado, pero el cuadro fue desolador. Su marido estaba completamente inconsciente. Ni siquiera podía sostenerse por sus propios medios. Daniel le saludó con una cara que mostraba casi una disculpa. Disculpa que no tenía por qué pedir Daniel, que había hecho más de lo que cualquier otro buen amigo haría.

Después de entrar, Adriana guió a Daniel hasta el dormitorio, pidiendo que hicieran poco ruido. No quería que sus hijos vieran al padre en ese estado. Cuando se estaba encaminando al dormitorio, Daniel le dijo que era mejor que le llevara a la recámara de huéspedes. Le explicó que en esas condiciones, era muy probable que la cosa se pusiera bizarra. Probablemente Alfredo vomitaría una o dos veces. Si quería dormir tranquila, él le acomodaría en otra habitación boca abajo para impedir que se ahogara en su propio vómito.

Después de esos detalles tan horrendos que Daniel le explicó, Adriana les condujo hasta la habitación reservada para la visitas.

Diestramente, Daniel desvistió a su marido, acomodó su cuerpo de tal modo que no pudiera ahogarse y se ofreció a quedarse un par de horas vigilando a Alfredo, hasta asegurarse que el peligro inmediato pasara.

Conmovida por la fidelidad de su amigo, Adriana le agradeció. Después de ayudar a Daniel a acomodar a su esposo en la habitación de huéspedes, le invitó a tomar un café mientras le agradecía su labor.

Daniel sonrió alegremente y clavándole la mirada, le guiñó un ojo, y le dijo amablemente:

-"Mira... ya sabes que prácticamente vivo solo...Alicia casi no para con sus viajes y bueno... no me costaba nada. Era esto o estar solo en mi casa..." Adriana casi sintió pena por la forma de expresarse de Daniel.

En cierto modo, podía entender que Daniel se sintiera solo. A ella le ocurría algo parecido. Durante varios meses Alfredo había descuidado su vida sexual y ahora prácticamente eran extraños.

Sin poder contenerse, se acercó a Daniel y posando su mano sobre el antebrazo del hombre, le dijo:

-"Bueno, vale... Pero sabes que también soy tu amiga. Mientras esté yo no tienes que sentirte solo,,, Vamos a tomar ese café ¿si?"

Sin hacer apenas ruido, para que los chicos de la casa no se despertaran, fueron hasta la cocina. Allí, Adriana preparó un par de tazas de café y comenzaron a charlar. La frustración del ama de casa se había diluido un poco. Con su pelo azabache, largo y recogido con una coleta, se veía estupenda aún en una bata de dormir.

-“Me encanta como te queda el pelo recogido, además estás hoy muy elegante”, dijo Daniel en tono divertido.

Adriana no pudo reprimir una amplia risa y le dijo

- "Así es que ahora soy un ama de casa en ruleros para tí...¿Acaso eso es lo único que te provoca de mí?"
- "Tú me provocas muchas cosas, Adriana. Sólo por ti he traído al pelmazo de tu marido. Si de mí dependiera, le habría dejado dormir la mona en el estacionamiento."

Daniel le tomó la mano mientras le decía eso. Un rubor creciente invadió las mejillas de Adriana, mientras de un reojo vio cómo la mirada intensa de Daniel le recorría todo su cuerpo. La mujer sitió una oleada de calor y pudo darse cuenta cómo su cuerpo reaccionaba a esa intimidad inesperada. Sus pezones se pusieron erectos.

Las defensas de Adriana estaban muy bajas y era tan poca su autoestima en esos momentos que el sentir la atención de un hombre como Daniel sobre ella, no sólo venció sus defensas instantáneamente. Un estremecimiento de deseo contenido recorrió todo su cuerpo.

Estaban muy cerca uno del otro. Adriana sabía que prácticamente debajo de la bata no tenía ropa alguna. Esa sensación de intimidad y cercanía con un hombre que le resultaba atractivo, se convirtió en una mezcla volátil y peligrosa. Ya no podía más. Necesitaba experimentar cariño en esa mezcla profunda que lleva la intimidad de la lujuria y el placer carnal.

Haciendo algo completamente impensado para sí, tomó la mano de Daniel y la deslizó por debajo de la bata. La piel caliente de la mano del hombre se deslizó por su cintura y sintió sus dedos que reaccionaban tomándole del talle. Con un suave empujón, Daniel le atrajo hacia sí y abriendo su bata, le apretó contra su cuerpo mientras le besaba.

Ella se dejó guiar dócilmente, sin decir palabra alguna. Después del beso, se miraron en silencio intensamente. Daniel le dijo:

-"¿Estás segura de lo que vamos a hacer?"

Sin decir palabra, Adriana le tomó de la mano y le guió por los pasillos de la casa hasta la habitación matrimonial. Esa que ahora estaba vacía porque Alfredo dormía la borrachera en la habitación de huéspedes.

Entrados en la habitación, Adriana cerró la puerta y puso la llave, porque no quería ser encontrada por sus hijos en los brazos de otro hombre que no fuera su padre. Adriana se quitó la bata y dejó su cuerpo casi desnudo a la vista de Daniel. Se quitó la bombacha, intensamente manchada de flujo, quedando vestida solamente por las medias negras. Cuando estaba por tirar la vedettina sobre la cama, Daniel tomó la prenda con sus manos y le llevó a su cara. Aspirando profundamente, dejó que Adriana le viera cómo disfrutaba el perfume de su coño. La lengua de Daniel lamió la prenda empapada con sus fluidos. Un estremecimiento de placer recorrió la raja de Adriana.

La habitación tenía las luces apagadas, pero la claridad que venía de la calle, permitía ver su cuerpo desnudo iluminado mortecina y sensualmente.

Daniel terminó de desvestirse. Al intentar llevar a la mujer a la cama, Adriana se dio cuenta que necesitaba orinar. Afortunadamente el baño estaba en suite. No tendría necesidad de salir de la habitación. Le dijo a Daniel que iría a orinar. Con placer perverso, dejó abierta la puerta del baño y se sentó en la taza del inodoro, dejando que el hombre le viera mientras soltaba una meada profusa. Adriana tenía la mente en blanco. Muy excitada, dejó que el orín se escurriera de su raja. Cuando terminó, se levantó sin secarse y con una sensación de perversa satisfacción, fue junto a Daniel que estaba desnudo y de pie junto a la cama. Había observado todo el proceso.

Adriana llegó junto a él. Notó su pene erecto y listo para penetrarla. Muy cerca del hombre, le dijo:

-"Estoy lista para ti. Mi chocho está empapado de orín"

Daniel no dijo nada. Le recostó contra la cama dejándole boca arriba y abriendo los muslos con las manos, sumergió la boca en el coño de Adriana, que notó con un estremecimiento de placer cómo la lengua del hombre le abría los labios menores y lamía la mezcla de orín y fluidos que Adriana tenía dentro de su sexo.

Con una mano tomaba la cabeza del hombre para frotarse contra la boca de Daniel. Podía sentir cómo su saliva se mezclaba con los líquidos de su sexo y esa mezcla caliente y viscosa se extendía por toda su entrepierna y muslos.

El hombre succionaba expertamente su coño, haciendo presión primero sobre su clítoris y luego sobre sus labios mayores. Adriana sentía una sensación cálida y placentera que se extendía por su sexo cada vez que el hombre usaba su boca como si fuera una bomba de vacío. Las estimulaciones se hacían intensas y variadas. Con cada oleada de placer sentía como su coño escurría flujo, que era atrapado por la hábil boca de su amante. Podía sentir cómo Daniel gemía disfrutando mientras succionaba todo el líquido que salía de ella. Dejó escapar a propósito un chorro de orín que fue directamente a la boca de Daniel. Lejos de molestarse, el hombre reaccionó con movimientos más sensuales. Adriana sintió el pis caliente que se escurría siguiendo los cachetes de sus nalgas, llegando a las sábanas.

Después de un rato, Daniel se subió a la cama, colocando su cuerpo al lado de Adriana. Tomó una de las manos de la mujer y le llevó hasta la polla, haciendo que la mujer la tomara y mostrándole gráficamente que deseaba ser masturbado. Adriana empezó a jalar esa polla gruesa y cabezona mientras el hombre incrementaba su placer acompañando con movimientos de vaivén la masturbación que la mujer le estaba haciendo.

Daniel comenzó a masajear su clítoris endurecido con la mano izquierda mientras la mujer sentía como olas de estremecimiento invadían su sexo y se extendían calientes y electrizantes por el resto de su cuerpo. Era la primera vez que le ponía los cuernos a su marido, pero a decir verdad, poco le importaba en esos momentos. Adriana se dejaba llevar por las sensaciones que le invadían visceralmente.

Daniel Le besó profundamente, metiendo toda su lengua en la boca. El olor de su propio sexo, mezclado con la saliva caliente del hombre, hizo que experimentara un conjunto de sensaciones erotizantes y libidinosamente lujuriosas. Sólo deseaba sentir el placer de ser amada nuevamente y eso era exactamente lo que estaba sintiendo junto a Daniel.

Adriana hizo que el hombre se recostara boca arriba. Se montó sobre el hombre poniendo su vulva sobre la cara de Daniel, preparándose para un 69. Inmediatamente el hombre comenzó a comerle el coño de nuevo, rodeando con sus brazos los muslos y el culo de Adriana, para atraerlo contra su boca. Adriana siguió calentando aún más la situación se inclinó y comió la polla hinchada de Daniel metiéndosela por completo en la boca. El hombre reaccionó tomando la cabeza de la mujer por los costados mientras bombeaba su miembro haciendo entrar y salir la picha hasta el fondo.

Adriana disfrutaba con sumo placer. Siempre había anhelado estar lo suficientemente libre en la cama como para tener sexo sin inhibiciones, algo que su marido nunca había compartido. Ahora se daba cuenta que no sólo la falta de sexo le había afectado durante los últimos meses, sino también la represión sexual y el exceso de inhibiciones que ahora eran parte del pasado. Se daba cuenta que Daniel le estaba abriendo un mundo nuevo de sensaciones y que él mismo, al experimentar esa sensación de soledad por los viajes de su esposa, estaba compartiendo el mismo entusiasmo de haber encontrado alguien con quien compartir sus necesidades.

Adriana sintió un estremecimiento involuntario que acompañó a su orgasmo mientras un chorro de fluido salía por su vagina. Coincidió con la eyaculación de Daniel dentro de su boca. Nunca había probado el sabor del semen. Daniel era el primer hombre que terminaba en su boca. No pudo definir mucho el sabor porque prácticamente Daniel eyaculó muy profundo en su garganta. Tragó con placer el semen de su amante y una oleada de lujuria le invadió por completo en su cerebro, a tal punto que se sintió más estimulada para seguir.

Terminaron el 69 y Adriana le preguntó a su amante si necesitaba descansar. Normalmente su esposo necesitaba entre una hora o dos para recuperarse de una eyaculación antes de continuar, por lo que aprovechaba a tomar una siesta en los casos extraordinarios de sesiones con múltiples penetraciones. Daniel le dijo que continuaran, que estaba muy excitado y podía seguir adelante.

Adriana se recostó de costado, dándole a entender a Daniel que quería ser penetrada por detrás, en la variante del perrito. Esa pose le gustaba mucho a Adriana porque la verga le llegaba muy profunda. La polla de Daniel era muy gruesa, bastante más que la de su marido y extremadamente cabezona. Quería sentirla bien adentro.

Daniel se acercó al culo de la mujer y con sus manos guió la cabezona polla hasta el orificio de la vagina. Sin ningún tipo de miramiento, le penetró fuerte y duro, tomando sus caderas con las manos para llevar la verga dentro de su vagina tanto como fuera posible. Una mezcla de dolor y placer estalló en el cerebro de Adriana y un gemido ronco e intenso escapó de su garganta. Le gritó:

-"Fuerte! Así!"

Sin miramientos, Daniel clavó una y otra vez la polla dentro de Adriana. Acomodaba su cadera de tal modo que llegaba bien profundo una y otra vez. Con cada embestida, Adriana contraía sus músculos perineales para gozar más intensamente la cabeza de esa polla agresiva que le atravesaba una y otra vez. Incansablemente, el hombre le embestía fuerte y sin miramientos. En algunas embestidas, le abría las nalgas para poder entrar más profundo. La mayor parte de las veces Daniel no sólo le penetraba por su vagina, sino que sus manos le estimulaban el clítoris, que estaba muy hinchado. Parecía un tubo cilíndrico largo, muy lubricado que estaba a punto de estallar. Daniel le acariciaba siguiendo sus líneas de arriba a abajo y solía detenerse en el capuchón, allí donde los labios menores se fundían. Cada tanto el hombre llenaba de saliva sus dedos para mejorar la lubricación y el frotamiento.

-"Quieres que termine fuera?" Preguntó Daniel unos momentos antes de terminar.
-"Hazlo adentro... quiero tu leche dentro de mí!" Le respondió Adriana.

El hombre redobló esfuerzos en las últimas embestidas, llegando a penetrar la vagina de la mujer con una fuerza y un vigor intensos que hacían escapar de Adriana gritos de placer que coincidían con las embestidas y las contracciones perineales de la amante.

El primer chorro de semen llegó justo en el momento de máxima penetración. Adriana sintió el líquido caliente llegar a su cuello uterino y la sensación de lujuria que sintió en ese momento terminó de nublar su mente. Daniel siguió entrando fuertemente tres o cuatro veces más mientras inundaba la vagina de su leche blanca y caliente. Adriana le pidió que se quedara dentro de ella por unos momentos antes de salir.

Daniel esperó algunos minutos hasta que la erección aflojó y terminó saliendo de su interior.
Exhaustos, ambos cuerpos terminaron tendidos uno al lado del otro. Después de algunos minutos de reposo, Daniel comenzó a vestirse. Adriana ya estaba entusiasmada haciendo planes para encontrarse el sábado a la tarde. Daniel le respondió que podrían decir que iban a ejercitarse al parque.

Algo le decía a Adriana que a partir de ese día, la soledad había quedado atrás.

martes, 16 de abril de 2013

Atravesando el parque

















Atravesando el parque

A Carina se le había hecho muy tarde. Justo ese día había dejado el auto lejos, del otro lado del parque metropolitano.

La clínica en donde trabajaba estaba enfrente del parque-jardín, que ocupaba varias manzanas. Si bien estaba iluminado, no era muy aconsejable que lo atravesara a esa hora y no le daban ganas de dar un rodeo para llegar al vehículo.

Que mala suerte, pensó. Justo hoy, la playa de estacionamiento en la que solía dejarlo, había cerrado por refacciones y se había visto obligada a buscar otra del otro lado de los árboles que ahora, en la oscuridad de la noche, se veían en penumbras, apenas rotas por las farolas de los caminos solitarios.

No se animaba a atravesar porque había muchos escondites en donde podían quedar agazapados desde delincuentes a drogadictos o parejitas que hacían el amor allí porque no tenían dinero para un hotel.

¿Que podía hacer? No le agradaba dar la vuelta alrededor porque había que caminar demasiado para rodear las manzanas que ocupaba. Teniendo el auto a algunas cuadras, tampoco tenía sentido llamar un taxi.

Estaba organizando las cosas de su consultorio para cerrar e irse a casa, cuando, casi resignada a tener que caminar un montón de cuadras, vio a Daniel, otro de los médicos de la clínica.

Al parecer, como ella, se le había hecho tarde. Apenas le conocía porque hacía poco que había empezado a trabajar como psiquiatra, pero el carácter bonachón que parecía tener, le animó a pedirle que le acompañara atravesando el bosque para llegar rápido al vehículo.

Daniel le dijo que sí, que no había problema. Iba a acompañarla hasta el coche. El se venía caminando y la playa en donde Carina había dejado el auto, le quedaba de paso.

Después de despedirse del guardia de seguridad que estaba a la entrada de la clínica, cruzaron la calle y se adentraron en el bosque poco iluminado. Iban caminando por una zona con mucha vegetación y hablaban animadamente.

Al atravesar por debajo de un puente, sin previo aviso, les salió un hombre de gran envergadura que empuñaba un revólver de tambor. Totalmente calvo, con una chaqueta que tenía el cuello levantado lo suficiente como para ocultar parte del rostro, los encañonó directamente. Sin dar tiempo a ninguna reacción, con la empuñadura del arma, golpeó secamente la cabeza de Daniel, que sin decir nada, se desmoronó inconsciente.

El delincuente arrastró el cuerpo del psiquiatra a un rincón y dejándolo oculto entre las sombras, debajo del puente, con acento amenazante, tiró de Carina y, llevándola del brazo, atravesaron unos arbustos hasta llegar a un pozo oculto entre la maleza.

Indefensa y aterrorizada, Carina intentó gritar pero ya era tarde. El hombre le tapó la boca y antes de que pudiera pedir auxilio, le amenazó con el arma, diciendo:

- "Nada de gritos...¡ porque sos boleta ! ¿Entendiste?"

Con el terror en los ojos, la mujer intentó ofrecerle el bolso con el dinero y el celular. Trató de quitarse el reloj y dárselo al delincuente a cambio de que le dejara ir en libertad.

Sin responder nada, el hombre que seguía empuñando el arma con la mano derecha, metió su mano izquierda por debajo de la blusa, frotando fuertemente los pechos y rompiendo de un tirón salvaje el corpiño que llevaba. Las manos curtidas del delincuente frotaban la piel suave dando una sensación de piel áspera, que sin miramientos tocaban el cuerpo de Carina explorando toda su extensión.

Empujada salvajemente contra el suelo, aterrizó sobre el verde del pasto y después de recibir nuevas amenazas, el hombre dejó del revólver a un costado y con ambas manos arrancó a jirones las prendas de Carina, quitándole la blusa en pedazos, subiendo la falda por encima de la cintura y destrozando los panties que llevaba y la bombacha negra que vestía.

Las aréolas quedaron a la vista igual que su entrepierna, que estaba rasurada delicadamente.
Con ambas manos el hombre separó fuertemente las piernas de Carina, y metiendo su cuerpo entre ellas, sostuvo los brazos extendidos de la víctima sobre la gravilla. Aún con pantalón, el calvo de edad media frotó su sexo contra la vulva de Carina que notó la tela áspera del jean cómo frotaba su concha mientras la boca del hombre buscaba su cuello para lamerla como un animal sediento. La sensación caliente de la saliva del hombre sobre su piel y el frotamiento brutal de su sexo fue una de las sensaciones más bizarras que la mujer había experimentado.

Carina se encontraba confundida y desesperada. Inmovilizada por el peso del cuerpo del hombre, y sin poder usar sus manos. El forcejeo con el que intentaba oponerse al violador no hacía más que aumentar la respiración mientras el hombre se dedicaba a lamerla como un perro.

El hombre paró de repente, y tomando una soga que ya tenía preparada, ató sus manos a un árbol cercano y dejándola acostada boca arriba en el piso, cubierta sólo con los restos de la ropa que le había destrozado, se quitó los pantalones.

Desnudo, volvió a abrir las piernas de la mujer indefensa y hundió su cara en el sexo. Con la lengua abrió los labios vaginales y comenzó a lamerla larga e insistentemente. Su lengua se movía arriba y abajo, alternaba con chupadas que parecían que iban a desprender los labios menores y se metían por el orificio vaginal, escarbando dentro él como intentando atraer los fluidos a su boca.

El hombre comenzó a refregar sus genitales por todo su cuerpo. Al pasar la cabeza del pene cerca de su cara pudo sentir el rastro caliente de un hilo de líquido espeso y pegajoso que quedó pegado a sus labios y mejillas.

Con su picha totalmente erecta, se terminó de acomodar colocando el sexo directamente frente al coño de Carina. La mujer comenzó a mover las caderas de forma desesperada en un intento final de evitar la penetración. No lo logró. Con un brutal movimiento de caderas el forajido la penetró.

Entraba y salía con tanta violencia que la mujer empezó a mojarse a consecuencia de la feroz estimulación a la que era sometida. En una de las salidas de la polla, sintió cómo el semen caliente del hombre salpicaba su raja y pudo sentir cómo el líquido caliente le chorreaba hasta el culo.

La erección del hombre se mantuvo y llevó el glande manchado de leche a su cara. Sin miramiento alguno, abrió la boca de la fémina y la penetró sin miramientos, tanto así que la polla le llegó profundamente en la garganta y el reflejo provocado le llevó a hacer una arcada.

El hombre, lejos de terminar, siguió bombeando el sexo en su boca mientras usaba los dedos de su mano para penetrarle la vagina, presionando hacia adelante para estimular el punto g.

Carina no podía pensar. Un gran huracán de ideas venían a su mente mientras la salvaje felación se mezclaba con la estimulación vaginal intensa. Sin poderlo evitar, podía sentir cómo su cuerpo reaccionaba a la violación de modo inesperado y mientras las oleadas de sensaciones le azotaban haciendo reaccionar su cuerpo, sus músculos vaginales se contraían sobre los dedos del desconocido mientras el flujo escapaba del coño.

El hombre sacó la verga de su boca y llevó los testículos a sus labios. En un primer momento la mujer se resistió, y después de ladear la cabeza para un y otro lado, el hombre sostuvo fuerte la cabeza tomándola de los pelos. Sabiendo que no podía hacer nada para oponerse, sacó la lengua y comenzó a lamer los huevos.

Las olas de placer que su cuerpo generaba, muy a su pesar, se mezclaban con la sensación de impotencia, rabia y miedo, para volver ese acto salvaje de sexualidad brutal, una mezcla explosiva que estaba haciendo estallar su cerebro.

Volviendo a penetrarla, el maleante la ensartó ferozmente hasta el fondo mientras la mujer comenzaba a temblar en todo el cuerpo. Parecía una reacción en cadena que mezclaba el dolor por la vigorosa verga que la taladraba y sus propios movimientos de cadera. Este baile brutal no hacía otra cosa que excitar más al atacante, que volvió a terminar, pero esta vez dentro de ella.

El chorro de leche que sintió derramarse en su interior coincidió con las contracciones de su cuerpo que así terminaba en un orgasmo que Carina pensaba era inexplicable. Sintió cómo un chorro de líquido salía de su raja empapando al asaltante y corría por la cara interna de sus muslos. La mujer nunca pensó que podía excitarse de esa manera.

Abrió los ojos agitada y la luz del amanecer le desconcertó por unos momentos. Tardó uno o dos segundos en reaccionar y darse cuenta que había tenido otro sueño húmedo. Estaba mojada. Tendría que cambiar la bombacha que llevaba puesta y las sábanas. Se dio vuelta y vio decepcionada que su marido seguía durmiendo plácidamente. Le habría hecho falta un buen polvo.

Tocándose el coño mojado, Carina decidió que a falta de verga, iniciaría el día con una rica paja.

miércoles, 3 de abril de 2013

Agencia 1














Diario de una Agencia de acompañantes

Entrega 1. Guillermo

Este es el diario de Guillermo, un trabajador sexual que lleva una doble vida.



Era mediodía. Para ser entrado otoño, la temperatura estaba bien agradable y Guillermo había decidido salir de la oficina y buscar algo de comer.  El día estaba soleado y hermoso para caminar. Su plan consistía en llegar al Patio de Comidas del Shopping cercano, buscar algo y retornar a comer en compañía de Clara.

Clara era la agente de contactos, que había quedado atendiendo el teléfono y derivando las llamadas a los acompañantes.

Mientras él caminaba lentamente, disfrutando de la brisa apenas fresca de esa hora del día, aguardaba la respuesta de Eliza. Le había mandado un mensaje de texto para saber si ella volvería a comer o estaría ocupada hasta entrada la tarde.

Ultimamente había estado trabajando con Eliza. Por alguna razón, la oficina recibía muchos llamados de mujeres bi que querían experimentar con parejas. Por él estaba bien. Eliza no sólo era una gran compañera, sino que sabía motivarlo lo suficiente como para mantener un buen desempeño por muchos minutos.

Mientras caminaba con paso cansino, empezó a recordar la última sesión con Eliza y la visión de su culo hermosamente tallado, su estómago y la curva de esos pechos que coronaban en pezones duros y erectos, comenzó a excitarse. En esa ocasión, la clienta no había sido precisamente la más erótica que había tenido y Guillermo, gracias a la presencia de Eliza, no había necesitado del viagra para poder copular con la dama en cuestión.

Le llegó el sonido del mensaje que le decía que si, que su compañera y amiga estaba volviendo. Le pedía la gentileza de comprarle algo de comer. Sonrió al leer el texto y decidió mentalmente que seguramente le vendría bien alguna elaborada comida vegetariana. De sobra conocía sus gustos.

Se conocían de mucho tiempo antes. Cuando él ingresó a la agencia, Eliza trabajaba desde hacía un par de años.

Llegó al shopping y deambuló un poco, mirando algo de ropa en las vidrieras. Se detuvo a observar un buen traje ceniza oscuro y por el vidrio del escaparate, reconoció el rostro de una dama que acompañaba a un hombre de mediana edad que en ese momento, era atendido por un empleado.

Se estaba probando un saco de color demasiado claro para el gusto de Guillermo, que solía elegir no sólo por la época, sino también por la edad. En ese negocio, la presencia, la elegancia y el buen gusto, son elementos determinantes para tener éxito. Sin lugar a dudas, esa mujer sí sabía del buen gusto, algo de lo que el hombre carecía por la vestimenta que le veía.

Mientras el hombre era atendido, los ojos de la mujer se encontraron con Guillermo. Después de un esbozo de sopresa que le llevó a retirar la mirada ojos momentáneamente, la mujer se recompuso. Guillermo tenía la suficiente experiencia como para ser impasible ante lo imprevisto, como si de un jugador de póker se tratara.

Luego de tranquilizarse, la dama volvió a mirarlo a los ojos y al darse cuenta que estaba segura, le sonrió disimuladamente con un gesto de pícaro encanto. Guillermo respondió con una leve sonrisa mientras recordaba su encuentro, que ciertamente había sido salvaje. Verdaderamente la tía le había dejado exhausto la noche en cuestión, pero había sido generosa con creces y él había recibido una suculenta propina.

La agencia era generosa con sus chicos. Las transacciones se pagaban por anticipado, pero lo que los clientes dejaran después del sexo, quedaba para ellos.

Después de un intercambio de sonrisas, la mujer hizo un gesto para indicar que le llamaría pronto. Para él era una buena señal, porque siempre prefería tener clientes agradables, como en este caso, antes que histéricas de mediana edad, que solian volverse posesivas y extravagantes. Llevaba muchos años en el negocio del sexo como para saber que era mejor contactarse con personas medianamente sanas antes que privilegiar los números y los contactos.

Siguió su camino y cuando estaba llegando al Patio de Comidas, recibió un llamado de su mujer, que le pidió un par de artículos de librería para llevarles a las niñas.

Guillermo llevaba una doble vida. Sabía separar muy bien el negocio de su vida personal. Para su familia, trabajaba en una inmobiliaria prestigiosa de la ciudad. La agencia usaba esa fachada. Incluso tenía una oficina en el sexto piso con agentes inmobiliarios reales que hacían operaciones comerciales.  Eliza, Clara, Guillermo y todos los demás, operaban en el séptimo piso, que ocupaban por completo.

A decir verdad nunca supo cuántos acompañantes tenía la agencia. Les iba lo suficientemente bien como para no necesitar averiguarlo.

Habia terminado de comprar cuando Clara le llamó al celular para decirle que tenía un encuentro a las 4 p.m. Eliza le acompañaría porque la cliente quería experimentar un trío.

(Cotinuará)

viernes, 29 de marzo de 2013

La doctora















La doctora

Conocí a Fanny a través de internet, en un sitio amateur.

En la época que comenzamos el contacto, ella gustaba de subir fotografías y provocar comentarios calientes. Le fascinaba provocar a sus admiradores para que le enviaran fotocorridas y tener alguna que otra sesión de chat para masturbarse.

A primera impresión, me gustó mucho su cuerpo voluptuoso y sensual. El anuncio de Fanny llamó mi atención. Le encontré en un sitio de citas, y todo lo que contaba en él, resultó cierto. Su cuerpo es voluptuoso, con formas bien marcadas, del tipo belleza clásica, de esas que se ven en algunos cuadros de pintores famosos. Me encanta su barriguita, de esas que se insinúan pero que no llegan a colgar. Tiene algunos años menos que yo.

En la época en que iniciamos el contacto, pasaba por un período de frustración sexual muy marcado. Su marido le estaba prestando poca atención, así es que frecuentaba varias webs del tipo red social sexual.

Lo primero que noté es que vivimos en la misma ciudad, así es que después de insistir un poco, pude ponerme en contacto con ella.

Al principio, usábamos el chat de texto y en más de una ocasión nos sorprendió la madrugada mientras conversábamos de varios temas. Al principio, estábamos excitados, claro está y solíamos acordar encontrarnos para masturbarnos como chicos desesperados, pero con el paso del tiempo, la relación con Fanny fue cambiando a un intercambio más intimista y nos empezamos a interesar en la persona más que en los genitales.

Fanny tiene una personalidad agradable. Me gustó la oportunidad de profundizar un poco más en la relación porque tiene una conversación agradable. Intimamos muy bien desde el primer momento, así es que extendimos nuestra amistad virtual a facebook, en donde no sólo nos dejábamos mensajes, sino que también comenzamos a intercambiar fotografías de todo tipo.

Después de algo así de un año o año y medio, no sólo nos conocíamos las caras, sino que prácticamente por facebook conocimos a nuestras familias. Seguíamos teniendo frecuentemente nuestras sesiones de cibersexo, pero para ese entonces la relación ya era más estrecha entre nosotros. Eramos no solamente un par de compinches, sino que en realidad podíamos considerarnos amigos.

Fanny es de profesión médica. Para cuando sucedió lo que estoy contando, yo estaba buscando a un doctor porque necesitaba una consulta. Mi médico de ese entonces se había mudado de ciudad y allí estaba yo, necesitando de algún galeno y estaba buscando referencias. Se me ocurrió preguntarle a Fanny por alguien conocido que pudiera atenderme cuando soltó esta propuesta:

- ¿Qué te parece si te atiendo en mi consulta? ¿Te atreves? Disparó de repente.

El corazón comenzó a latir acelerado al pensar que era la excusa perfecta para conocerle personalmente. Con una mezcla de sorpresa y alegría, le contesté de inmediato:

-¡Vale! Claro que me gustaría ... pero no quisiera que fuera una molestia para ti.
- ¡ Claro que no, niño ! Ya es hora que nos conozcamos.

Me pareció estupendo. Fanny me dio el número de su consulta para que llamara a su asistente y después de un breve intercambio quedamos en que pediría turno para un jueves, a eso de las 20 horas. A través de Skype me sonrió con sus bellos labios rosados y explicó que ese era el último turno. Sería más cómodo para los dos porque no estaríamos presionados por otro paciente y podríamos hablar tranquilos en ese primer encuentro.

Nuestra conversación derivó por otros temas que ahora no recuerdo con precisión y así quedó todo aquel día.

Llamé a la secretaria y obtuve el turno. A medida que se fue acercando el día, una sensación de mariposas en el estómago comenzó a inquietarme cada vez que me acordaba de Fanny. No dejaba de ser excitante el saber que me encontraría con mi amante virtual preferida. Esto  provocó algunos encuentros sexuales imprevistos, lo que terminó de poner contenta a mi esposa, que sin saberlo, terminó aprovechando la situación. A Fanny le pasaba lo mismo, según me contó, pero por mala fortuna, su marido no respondió de la manera adecuada, ya que estaba pasando por un prolongado proceso de impotencia que le estaba afectando desde hacía ya varios años.

El día del turno, llegué casi a la hora. Me recibió la secretaria, que comenzó a llenar mi historia clínica y después de abonar la consulta, me explicó que La doctora estaba con un paciente y me atendería al terminar con ella. Me apoltroné en el sillón de la sala de espera entre excitado y divertido por la nueva situación.

Cuando se retiró la paciente, Fanny me recibió con una gran sonrisa en su consultorio. Después de cerrar la puerta, ya fuera de la vista de su secretaria, se acercó a darme un gran beso de mejilla. Me indicó que me sentara frente a su escritorio y después de acomodarse en su sillón, charlamos animadamente durante algunos minutos.

Con una personalidad pícara y entretenida, Fanny terminó de cautivarme por completo. Nos caímos bien de inmediato y después de un largo intercambio, como una buena médica, comenzó a preguntarme cosas sobre mi salud y el anterior médico tratante al tiempo que llenaba la planilla.

Después de preguntarme concienzudamente, me invitó a recostarme en la camilla para iniciar un examen detallado antes de solicitar los estudios de rigor. Estaba auscultándome el corazón con el estetoscopio cuando sentí que la secretaria tocaba a la puerta del consultorio. Interrumpiendo brevemente el examen, Fanny me guiñó un ojo y abrió la puerta para conversar con la chica.

Alcancé a sentir que la secretaria le preguntaba si podía retirarse. Fanny le dijo que sí, que no había problema y le acompañó hasta la puerta de la consulta para cerrarla con llave. Sentí que la chica se iba y el sonido de la puerta que se cerraba, mezclándose con el ruido de la llave. De inmediato me dí cuenta que estábamos solos, porque en esa consulta sólo atendía mi amiga y la única persona que quedaba aparte de nosotros, acababa de irse. Una mezcla de excitación e intriga me invadió de repente. ¿Cómo debía actuar a partir de ahora? ¿Qué haría?

Tadó algunos minutos en volver y me pregunté qué podría haber pasado. Fanny regresó y cerró la puerta del consultorio, decidí esperar a ver cómo se desarrollaba todo. Mi nueva amiga era más importante para mí que un intento de pasarme de listo. El riesgo de que algo saliera mal era demasiado para arriesgarme a intentar algo con Fanny.

La doctora continuó auscultándome el pecho. Podía sentir las palmas de sus manos apoyadas en mi pecho desnudo. La piel suave y cálida de sus manos se sentía reconfortante. Me hizo sentar para escuchar mi respiración a través del pecho. Luego de varios minutos, me volvió a acostar para revisar mi abdomen.

Abrió el cinturón de mi pantalón y bajó el cierre para evitar que el pantalón le molestara durante el examen. Yo me sentía muy relajado. Mi amiga era amable, simpática y muy bella en todo sentido. Su cara, su cuerpo, sus pechos le hacen una mujer muy atractiva. Sus cabellos rubios y lacios le caen por debajo de los hombros. Cada tanto me daba una pequeña caricia en los brazos o en el pecho como para hacerme saber que no era un paciente más. O al menos eso me parecía a mí.

Sus manos empezaron a explorar mi abdomen y al acercar sus manos a mi bajo vientre, mi excitación comenzó a hacerse notar. Mis brazos estaban al costado de mi cuerpo. Mi brazo derecho reposaba del lado en que Fanny estaba y podía sentir sus caderas rozándolo y presionándolo al cercarse a la camilla. Mientras sus manos tocaban ágilmente mi vientre, mi erección empezó a ser evidente a través del boxer que llevaba. Mi polla cabezona abultaba de modo muy evidente y yo esperaba que eso no le molestara a mi amiga.

- "Parece que has comenzado a sentirte a gusto en a consulta" Bromeó ella mientras comenzaba yo a notar que la exploración había dado paso a caricias en mi vientre.

Me preguntó si el contacto me gustaba, por lo que contesté:

- "Claro que si. Eres una mujer hermosa... atractiva... interesante...¿Cómo no podría gustarme?"

Sus dedos se deslizaron por debajo del elástico del boxer y rozaron la cabeza de mi pene, que estaba duro como roca. Deslizó el boxer hacia abajo y manoseó mi verga, continuando la caricia de su mano derecha hasta legar a los testículos.

Su mano se cerró  sobre mi polla y empezó a masturbarme, presionando fuerte el glande. Se había reclinado y con la boca abierta comenzó a lamerme sin preámbulos la pera y los labios. Abrí mi boca buscando esa lengua cálida y sabrosa para chuparla y llevarla dentro de mi boca.

Mi pene estaba erecto y duro. En un momento detuvo sus besos y me dijo quedamente:

- "Estuve esperando ansiosa por este día... ¿Te gusta cómo te atiendo?"
- "Claro que sí, amor. Tus manos van a terminar por quemarme por completo" Contesté.

Yo estaba maniobrando para quitarme por completo el pantalón y la ropa interior. Fanny se abrió el guardapolvo y pude notar que sólo llevaba ropa interior. Por eso se había demorado después de despedir a su secretaria. Se había quitado el vestido. Llevaba una vedettina negra que deslizó rápidamente hacia abajo de sus piernas liberando su sexo bellamente recortado.

Terminé de quitarme toda la ropa para quedarme desnudo sobre la camilla mientras Fanny se quitaba el guardapolvo y el corpiño.

Estábamos muy excitados. Mi doctora empezó a lamerme el miembro con la lengua, empezando por la cabeza y siguiendo el tronco. Yo agradecí mentalmente la rasurada previa que hice por precaución y que felizmente había sido bien planeada. Me había afeitado cuidadosamente liberando de cabello todo el tronco del pene, los testículos y el periné. Sólo quedaba el pelo bellamente recortado por encima del nacimiento del tronco y en el bajo vientre. Me gusta ser delicado en ese aspecto.

Fanny abrió la boca y se metió mi inmensa cabeza dentro de su boca. Podía sentir la lengua suave que acariciaba el glande y la punta, lamiendo el líquido que ya empezaba a salir de mi verga. Sus labios presionaban el tronco del pene y estimulaban suavemente la polla.
Por lo general disfruto poco del sexo oral. Pocas mujeres saben hacerlo bien. Casi siempre sirve más de estímulo mental que sexual, pero en este caso, yo estaba excitadísimo y agradecí el gesto mentalmente el gesto de mi amante. Tomé su cara con mis manos y jugué un poco haciendo que mi cabezona polla entrara y saliera de su boca varias veces.

Después de varios movimientos de entrada y salida, guié su cabeza sacando mi verga y trayendo su boca a la mía. Pude sentir cómo tomaba aire y le dí un beso profundo con mucha saliva y movimiento de lenguas. Le senté sobre la camilla y me arrodillé frente suyo como si fuera a rezarle alguna plegaria. Abrí sus piernas generosamente y una vaharada de sexo proveniente de su coño llegó hasta mí, golpeándome y provocándome un golpe de erección tremendo. No hay nada como el olor a un coño femenino.

Sumergí mi lengua en su raja, abriendo los labios menores con mi lengua y relamiendo sus jugos calientes y dulces. Por el sabor me di cuenta que la menstruación estaba lejos porque el sabor del coño era dulzón. Antes de la menstruación es ligeramente ácido. Mientras exploraba su vagina con la lengua, un chorro de flujo inundó mi boca y lo tragué satisfecho. Cuando estaba tragando el flujo dulce, un pequeño tapón de mucus salió de su vagina. Lo atrapé con mis labios y lo tragué con placer extremo. Me encanta tragar el fluido de mis hembras. Sé que puede sonar asqueroso en otro momento, pero cuando hago el amor es uno de mis grandes placeres el tragar los fluidos.

Lo cierto es que continué estimulándola hasta que terminó por acabar con un estremecimiento feroz. Presionó con todas sus fuerzas mi boca contra su sexo. Cuando terminó de contraer espasmódicamente su cuerpo, le recosté en la camilla y abrí sus piernas para penetrarle ferozmente. Un gemido fuerte mezcla de placer y dolor llegó hasta mis oídos cuando empujé la cabeza de mi polla hasta el nacimiento del tronco. Pude sentir cómo el glande se topó con el cuello del útero. Sus manos estrujaron la piel de mi espalda y sentí sus dientes morderme el hombro.

Le embestí brutalmente varias veces haciendo lugar entre los cuerpos para estimular con los dedos de mi mano derecha el clítoris. Mi pareja pareció disfrutar salvajemente del bombeo al que sometí su coño mientras jugueteaba con su clítoris. Gritaba como una marrana mientras sus gritos se mezclaban con mis gemidos de placer salvaje.

Cuando noté que ya me costaba aguantarme le pregunté si ya podía acabar. Fanny respondió que sí y en un par de movimientos sentí como una explosión que liberó la presión que sentía  en mis huevos. Liberé una cantidad enorme de esperma que terminó dentro de su caliente coño. Tuve cuatro o cinco espasmos de placer que Fanny correspondió llevando mi verga bien al fondo de su vagina.

Después de terminar, me quedé unos minutos abrazado a su cuerpo suave y cálido mientras sus manos recorrían mi espalda como buscando el detalle de mis músculos. Podía sentir aún algunas contracciones vaginales que suavemente acariciaban mi el glande y el trono. Mi erección duró varios minutos más. Juro que nunca antes experimenté una fornicación como esa. Cuando noté que el tamaño volvía a la normalidad retiré la verga de su interior. Las manos de Fanny buscaron mi rostro para darme un largo y cálido beso de lengua.

viernes, 22 de marzo de 2013

El visitante





















El visitante

(Dedicado: Así es como pienso en ti, G.)

Estábamos hablando en medio de la sala.... el perfume de tus cabellos llegó hasta mi, envolviéndome suavemente. Algo cambió de repente en mi interior. Fue sólo un momento fugaz, pero de alguna manera lo sentí definitivo.

Mis dedos se acercaron y rozaron la piel de tu antebrazo mientras hablabas. Bastó ese gesto para que un silencio nos envolviera de repente. La brisa del aire que llegaba desde la ventana hacía batir suavemente las cortinas rosadas. Me mirabas a los ojos con aire de interrogación, pero ya sabías lo que estaba sucediendo. Tomé tu mano derecha con la mía y mientras me acercaba hacia ti, llevé tu mano dejándola sobe mi cadera mientras te susurraba, apenas audible que me gustaba sentir tu contacto sobre mi cuerpo.

Alguien podía sorprendernos, pero en esos momentos no podía pensar con claridad. Me dejaba llevar por el impulso. Por esa fatal atracción que tienes sobre mi.

Mientras mis manos se deslizaban rodeando tus caderas, podía sentir las suaves curvas de tu cuerpo, el suave nacimiento de tu espalda. Te estreché contra mi cuerpo. Pude sentir tu vientre contra mi polla erguida y una sensación de estremecimiento sensual me recorrió al sentir tu cuerpo contra el mío.

Mis dedos se deslizaron por el borde de tu blusa, siguiendo la linea de la falda y, en un movimiento suave, mis manos ascendieron por tu espalda, reconociendo los pliegues de tu cuerpo en una caricia intensa y estremecedora.

Tus ojos se fijaron en los míos mientras entreabrías los labios lentamente. Pude sentir tu aliento penetrando en mis pulmones y después de un momento ensoñador, nos besamos con un pequeño roce de labios.

Podía sentir el ritmo de tu respirar contra mi cuerpo. Tus pechos se apretaban contra el mío con cada inspiración. Podía sentir tus pezones erectos cuando tus brazos me presionaban contra tu cuerpo.

Abrimos los labios por un momento y mordí los tuyos con los míos. Después de eso, sólo pude sentir un escalofrío que me recorrió el cuerpo. Nos fundimos en un beso cálido y ansioso. Pude sentir unos gemidos, pero sin saber si eran tuyos o míos. La respiración fuerte mientras nuestras lenguas se entretejían rompía el silencio de la habitación.

Yo no estaba muy seguro allí, en donde todo estaba sucediendo. Pero con decisión caminaste hasta la puerta y en movimiento rápido y casi furtivo, pusiste el cerrojo silenciosamente. Tus mejillas estaban rosadas mientras me mirabas intensamente.

Ambos sabíamos que cualquier cosa podía suceder en esos momentos. Pero la excitación del momento, del lugar. El peligro de ser descubiertos, habían convertido esos instantes en un doble juego de excitación y placer.

Ambos sabíamos lo que necesitábamos del otro y podíamos sentir casi una necesidad física de amarnos, un deseo visceral de poseernos en ese preciso instante. Me senté en una silla cercana a tu escritorio y mientras me quitaba los pantalones viniste a mí, mientras levantabas tu falda y liberabas tu sexo de las bragas.

Sentaste tu culo sobre mi sexo excitado y una ola de estremecimientos me recorrieron para explotar en mi cabeza, emborrachándome de sensaciones. Tu perfume, el suave olor de tu sexo y la cálida sensación de tu piel desnuda sobre la mía, hirieron mis sentidos explotando en mi polla, que parecía lista para eyacular.

Mientras movías tu cuerpo desnudo contra el mío, tus manos abrieron mi camisa, desabrochándola mientras tus manos recorrían los pliegues de mi torso desnudo.

Algo susurraste quedamente mientras tus manos levantaban mi rostro con dulzura. Abriste la boca por completo y sentí tu lengua entera dentro de la mía. El dulce y cálido sabor de tu saliva me invadía. Nuestros gemidos se mezclaron al ritmo de nuestras respiraciones.

Podía sentir como tus fluidos me mojaban la piel desnuda mientras mi pene parecía explotar.

Mi polla hinchada y cabezona se estimulaba más y más con el contacto de tu piel desnuda.
Subiste un poco las caderas y con tu mano guiaste mi glande hasta tu vagina. Ambos estábamos muy excitados. Te penetré sin miramientos clavando toda la longitud del miembro en tu interior. Tu vagina se resistía al avance de la cabeza, pero estabas tan lubricada que de un solo movimiento llegué al fondo de tu húmedo interior.

Un pequeño gemido, mezcla de dolor y de placer, escapó de tus labios mientras sentías cómo mi gigantesca cabeza se abría paso en tu interior.

Los movimientos de vaivén me permitían sentir tu cuello uterino en la profundidad de cada embestida. Llevaste la cabeza hacia atrás mientras gemías y un hilo de saliva se deslizó desde tu boca hacia mi pecho. Tus manos me sostenían por detrás del cuello y el dolor de las uñas de tus dedos que se insertaban en mi carne, se mezclaron sensualmente con tus caricias, cuando el estremecimiento arqueaba tu cuerpo apretándote contra el mío.

Ambos intentábamos hacer el menor ruido posible. Mis manos se deslizaban por tu espalda y seguían las lineas de tu cuerpo, buscando acariciar las caderas desnudas, explorándote para grabar en mi mente cada uno de sus detalles.

Tu abdomen presionaba contra el mío y la suavidad cálida de tu piel me envolvía en una caricia lenta que se mezclaba con las sensaciones del momento. Después de algunos movimientos, susurraste que acabara por completo.

Haciendo un último esfuerzo, deslicé mis manos por los costados de tu cuerpo, contraje mis músculos perineales para lograr que el glande se expandiera por completo y con un par de embestidas, terminé dentro de tí con tres eyaculaciones. Nos besamos una última vez en esa tarde para vestirnos silenciosamente.

La brisa nocturna había empezado a refrescar el sudor de nuestros cuerpos.

lunes, 4 de febrero de 2013

La cena


















La cena

( ¿ Quieres la versión para celular de "La cena" ? Haz click AQUI )


Nos habíamos reunido con nuestras parejas, en una noche libre de niños y adolescentes, entre los compañeros de póker.

Nuestro grupo es bastante heterogéneo. Inicialmente (como suele suceder en casi todos los casos que conozco) el grupo inicial estaba formado por nuestras novias de la universidad y del colegio. Con el tiempo, los hombres nos fuimos haciendo amigos también y conformamos un grupo heterogéneo.

Como somos algo gamberros, solemos juntarnos a tomar algunos tragos, ver fútbol y por supuesto, jugar póker con una buena dosis de tabaco y cerveza. Allí disfrutamos sin fastidiar demasiado a nuestras esposas.

La noche iba tranquila, como pasa cuando llevamos a nuestras mujeres. Para ellas es incómodo cuando alborotamos el ambiente o hablamos demasiado alto. En fin... era una noche tranquila.

Habíamos terminado de cenar y ahora disfrutábamos de una charla de sobremesa. Como la conversación había derivado lentamente a temas cada vez más candentes, en cierta medida todos estábamos algo cachondos. Para atormentar algo a nuestras chicas, los hombres hablábamos de algunas películas eróticas que habíamos visto y gesticulábamos en broma para hacerlas avergonzar un poco.

Todos reíamos de buena gana con los comentarios y ahora las damas se habían animado a intervenir en las conversaciones y comentarios de escenas subidas de tono.

Cuando nos estábamos calmando un poco, comenté al grupo que seguramente esta noche los hombres tomaríamos la iniciativa, a lo que todos de un modo u otro contestaron con risas cómplices.

Mis ojos se cruzaron con Elena, esposa de Marcos. Estaba riendo cuando le observé, pero noté que su mirar era algo extraño o mejor dicho, me veía de un modo inclasificable para mí. Su expresión mostraba algo de picardía, claro está, pero su mentón había descendido y mientras su pareja hablaba con su vecino de la derecha, ella me observaba directamente a los ojos con una sonrisa insinuante. Su pie se deslizó por debajo de la mesa acariciando mi pantorrilla. Algo de extrañeza debía de reflejar mi rostro porque cuando le miré terminó con un guiño y una carcajada.

Lo tomé como una broma del momento, sin pensar demasiado en ello. Al rato, Elena se dirigió al tocador y sin que ninguno del grupo lo advirtiera, me guiñó rápidamente un ojo. Después de un par de minutos, recibí un mensaje de texto de Elena que decía simplemente:

- "¿Que te gustaría de postre? jajaja..."

Siguiendo el tono de broma, respondí:

- "Algo dulce y sabroso para mi lengua...¿que podría ser?"

En ningún momento pensé que respondería de este modo

- "¿Esto te parece apetecible?" Una foto de su entrepierna en la que se veían unas bragas negras con encaje bordado y sus muslos muy juntos.

Casi me atraganto con la bebida que estaba tomando. Me apresuré a esconder el mensaje a mi mujer ante su pregunta de quién me estaba conectando. Rápidamente respondí que era un cliente y excusándome por unos minutos, le respondí que iría a hacer una llamada.

Fui al baño y me encerré en una cabina en busca de algo de privacidad. No quería hacer absolutamente nada, simplemente quería algo de privacidad y estar lejos de miradas indiscretas. Respondí rápidamente:

-"Huau... ese postre sí que lo comería todas las noches" Agregué una carita guiñando un ojo ;-)

Elena siguió respondiendo:

-"Pues aprovecha, cariño, porque últimamente no está en uso"

Yo sabía indirectamente que su pareja estaba atravesando por momentos sexuales "difíciles" por sus comentarios cuando nos reuníamos los hombres para jugar póker. Marcos, solía comentar en tono de broma sobre la falta de erección de los hombres de su edad, por lo que la sensación entre nosotros era que de verdad tenía problemas desde hace tiempo. Como hacemos generalmente los hombres, no lo habíamos confirmado. Tú sabes bien cómo somos los hombres. No preguntamos ni opinamos a menos que se nos pida.

Elena nunca me ha sido ambigua. Es una tía atractiva y si estaba dispuesta a divertirse un poco, yo no perdería el tiempo pensando demasiado. Si ella sufría por no tener sexo, en esa época yo sufría por tenerlo sólo en contadas ocasiones por imposición de mi mujer. Más bien cansado de rogar por atención sexual, no dejaría pasar la ocasión que se me presentaba.

En el baño del restaurant y sin ningún asomo de remordimiento, me bajé los pantalones y con el celular me saqué una foto con el pene erecto, insinuándose a través de la tela de un bóxer negro. Se la envié diciendo.

- "Para que veas el efecto que provocas en los tíos"

Respondió:

- "Gracias, guapo. Ahora me vuelvo a la mesa, porque me he ausentado demasiado" Con el mensaje llegó una foto de Elena sentada en el baño. Sonreía a la cámara y se veían sus piernas desnudas, con los muslos apretados ocultando su sexo. Una pequeña mata de pelo recortado se insinuaba en el monte de venus.

Atesoré esa foto como el regalo más preciado (aún la tengo, ¿sabes?). La conversación no daba espacio a seguir. Su respuesta me llevó a volver también a la mesa y ver cómo fluía la cosa.

Llegamos casi al mismo tiempo.

Elena estaba sentada justo frente a mí. No pasó mucho tiempo cuando sentí nuevamente sus pies desnudos acariciarme la pierna, mientras se deslizaban por debajo del pantalón. Sólo podíamos intercambiar algunas miradas y algunas sonrisas, pero la situación era demasiado arriesgada para algo más.

No intenté absolutamente nada por el resto de la noche.

A media mañana del día siguiente, estaba yo concentrado en el trabajo cuando recibí otro mensaje en él se adjuntaba una foto que sólo mostraba la boca insinuantemente entreabierta de Elena.

- "¿ Tienes tiempo para vernos, guapo ?"
- "Para ti, siempre ¿quieres tomar un café o algo más?" Retomé las insinuaciones de la noche anterior
- "Prefiero algo más", respondió con una imagen en primer plano de su pezón.

Completamente excitado, salí al balcón de la oficina y le llamé directamente para quedar en juntarnos en el interior de una tienda de la ciudad. Si nos veían, ambos tendríamos una excusa sencilla para salvar la situación.

Cerca del mediodía nos encontramos en la tienda de departamentos y con mi auto le llevé a un motel discreto dentro de la ciudad, pero de muy buen nivel.

Discretamente y con el fin de que no le vieran, le di la llave para que se adelantara mientras terminaba de llenar el libro y pagar la habitación. Prefería pagar el día completo para no tener que pensar en el fin del turno ni estar pendiente del reloj.

Cuando subí, la puerta estaba entreabierta y Elena sentada sobre la cama. Me acerqué permaneciendo de pie a su lado.

Observaba su voluptuoso cuerpo detenidamente. Tenía una falda violeta que le ajustaba marcando sus caderas. Sus hermosas piernas se veían torneadas y deliciosas. Estaban calzadas en unas medias negras. La falda corta, terminaba un poco por encima de las rodillas. Sus pies vestían unos zapatos negros de tacos que delineados con un par de cintillas que permitían apreciar la delicada forma de sus pies.  Tenía una blusa multicolor exquisita, que dejaba insinuar la curva de sus pechos. Se ajustaba a su cintura gracias a un pañuelo anudado hacia su izquierda. La melena pelirroja lacia corría a los costados de su rostro, dejando entrever un collar y unos aros con piedras rosadas.

El deseo casi me devora por completo ante su proximidad. Abrí el pantalón y corriendo hacia abajo el bóxer, dejé salir mi pene, colocándolo muy cerca de su cara. Al principio pareció algo sorprendida por mi gesto y se quedó mirándola con una expresión incrédula. Yo no tenía ganas de ser muy tierno. Todavía creo que no esperaba que yo reaccionara de esa manera. Quizá estaba acostumbrada a algo de dulzura previa, pero mi ánimo no estaba para preludios románticos. No por lo menos ese día ni en ese lugar. Noté algo de duda en su rostro, pero después de cierta vacilación, miró mi polla.

En esos momentos, yo contraía mis músculos perineales y con el movimiento oscilante de la polla hacia arriba y abajo, unas grandes gotas de líquido transparente asomaban en la cabezota. Estaba muy cerca de su cara.

Yo le acariciaba la cara con mi mano derecha, entrelazando sus cabellos entre mis dedos. Le pasé la polla por labios, dejando que el jugoso líquido que salía de ella, le empapara la piel rosada. Una mancha de labial quedó en el prepucio.

Cerró los ojos y comenzó a besarme el miembro para luego abrir un poco la boca, sacar la lengua y lamerme lentamente. Con sus manos bajó más mi ropa interior y sacando su lengua por completo, lamió mis testículos empapándolos de saliva mientras con su mano estrujaba mis bolas.

Yo sentía las piernas desfallecer, aflojando mis músculos. Después de unos momentos mágicos, Elena dejó de lamerme y poniéndose de pie junto a mí, me dio un profundo beso de lengua mientras levantaba su falda para acomodar mi pene entre sus piernas. Sentí en mi piel el contacto de su sexo a través de la fina tela de sus medias y pude notar cómo le mojaba.
Había mucha saliva mientras apretábamos nuestros cuerpos. Yo le tenía de la cintura. Mientras su lengua se movía en mi boca, sus manos me apretaban el culo.

Empezamos a jadear. Mientras me besaba, una de sus manos comenzó a masturbarme. Con el dedo medio y anular de mi mano derecha, busqué su sexo para estimular el clítoris. Después de un rato de estimulación, nos terminamos de desnudar. Elena es regordeta, pero tiene un cuerpo maravilloso. Actuó rápidamente.

Llevó mi mano derecha a su coño para que le metiera los dedos y le acariciara mientras mi cuerpo yacía boca arriba. Buscó mi pene con su boca para succionarlo y sacarlo mientras me pasaba la lengua por el prepucio, haciéndome gozar lentamente. En un momento de reacción, con sus dientes me apretó el glande como si quisiera morderme, pero reforzando con sus dientes la estimulación del glande. Con mis manos, tomé su cabeza y le hice tragar todo el largo de mi polla.

Elena tomó mis huevos entre sus manos y los movimientos de vaivén se hicieron intensos y profundos. Las embestidas contra su boca provocaban toda clase de jadeos. Tomé una de sus piernas y la crucé a mi otro costado para completar un sesenta y nueve. Acomodé su vagina para que me la fregara por toda mi cara mientras con mi lengua y labios lamía su coño por completo. Con la punta de la lengua me detenía en su clítoris, apretándolo fuertemente y seguía el trono del mismo en toda su extensión.

Sus líquidos vaginales me corrían por la boca y me apresuraba a tragarlos para notar el sabor dulzón de ese líquido espeso y caliente que tanto me agrada saborear. En medio del movimiento un pequeño tapón de mucus salió por su agujero y me apresuré a tragarlo con deleite.

Continué con la estimulación por un rato mientras Elena me empapaba toda la cara con su coño. Sentí como su cuerpo se estremeció durante un orgasmo y una catarata de líquido vaginal me llenó la boca por completo. Con deleite tragué el líquido que venía de su interior. No quería detenerme porque quería gozar de su cuerpo lo más posible. Retuve la leche que pugnaba por salir de mi polla para seguir un rato más.

Elena se relajó por un momento y se recostó boca arriba. Su cuerpo transpiraba copiosamente y el suave olor del sudor llegó hasta mí inundándome por completo los pulmones. Una punzada de deseo impulsó mi erección nuevamente. Me recliné sobre su cuerpo y sin ningún tapujo lamí las gotas de sudor que empapaban sus pechos. El sabor salado del sudor de esa hembra me provocó un aumento de la erección. Mi lengua siguió recorriendo su tórax y terminé llenando de saliva todo su cuello. Cuando llegué a su boca estaba abierta de par en par, esperándome. Mientras le besaba, abrí sus piernas y acomodé mi cuerpo enfrentando mi pene a su vagina.

Tomé mi polla con mi mano derecha y guié el glande hasta la entrada de la vagina, Inserté la cabeza y con mi mano presionaba arriba y abajo mientras entraba y salía. Elena se estremecía con cada penetración y podía sentir cómo contraía su periné cuando iniciaba la penetración para sentir más intensamente mis embestidas. Cuando entraba, mi mano presionaba al pene hacia arriba, para buscar su punto g y así hacerle más satisfactoria la tremenda fornicación que llevábamos adelante.

Su cuerpo se puso de costado y nos pusimos en forma de tijeras. Le embestía salvajemente hasta el fondo de mi tronco. Podía sentir en su interior el extremo de la vagina al embestirla una y otra vez. Ella estaba de costado mirando a mi derecha. Una de mis piernas estaba en su espalda, la otra presionaba su abdomen. Mi mano derecha acariciaba la aterciopelada piel de su barriga mientras la izquierda se metía por la raja de su culo buscando estimular el ano, que se relajaba cuando mi dedo medio llegaba a él. Saqué mi mano bruscamente y mojé con saliva el dedo para penetrarle con él por completo.

Elena se retorcía de placer con mi polla penetrando su vagina por completo y con el dedo medio de mi mano izquierda en su culo, que había introducido en toda la extensión. Gemíamos al unísono al ritmo de nuestros movimientos. Ambos nos movíamos en esa danza febril de placer extremo que estábamos experimentando. Los dos teníamos necesidades insatisfechas desde hacía tiempo y ahora dábamos rienda suelta a nuestros deseos contenidos.
Después de un largo batallar por contenerme, finalmente Elena se vino por segunda vez mientras me estrujaba el brazo derecho y gritaba con una mezcla de placer y dolor. Un borbotón de semen fue derramado en su vagina. Tanto era el morbo del encuentro que no le había preguntado si quería follar con condón ni ella me había dicho nada. No me importó. De cierto modo, en esa follada el amor que le tenía se vio multiplicado por el placer de sentirla llena de mi leche. Después de varios estremecimientos mutuos, prácticamente mi polla había sido ordeñada por las contracciones de su interior.

Retiré la polla con un movimiento brusco. Puse su cuerpo en cuatro y abriendo sus nalgas comencé a chuparle el culo. Elena contraía y relajaba el agujero. Lejos de relajarme, tanta era mi calentura que mi erección continuaba y después de un par de minutos ya estaba listo otra vez. Acomodé mi cuerpo para penetrarle y le pregunté:

- "Voy a darte otra vez. ¿Por dónde lo quieres? ¿Por la vagina o por el culo?"
- "¡Dame por el culo!" Respondió con un suspiro.

La verdad es que mi esposa jamás pudo calentarme como Elena lo hizo esa y otras muchas noches más. Después de haberle visto y chupado el ano, me había dado cuenta que ella nunca había sido desvirgada por atrás. Mi polla es muy cabezona y tenía miedo de hacerle daño, así es que asomaba apenas la cabeza en su agujero en un movimiento de vaivén. Eso terminó de impacientarla. Mi hembra quería mi pene dentro de su culo lo más rápidamente posible. Con una de sus manos, que estaba llena de saliva, tomó la cabeza y la ensalivó por completo. Le abrí las nalgas lo más que pude y ella misma guió mi polla a su agujero, relajándolo y abriéndolo todo lo posible. Introdujo mi glande dentro de él y dijo:

- "¡ Métela de una vez!"

Le embestí brutalmente mientras se quejaba de dolor. Después de apenas un instante gritó:

- "Siiii ¡dale!"

Y sin mediar palabra empecé el bombeo intenso. Había sido una embestida brutal. Tenía toda la polla en su interior y movía mi cadera en varias direcciones. El glande y el prepucio sentían la piel suave de su culo, estimulándome continuamente. Con cada embestida contraía el ano. Tomó mi mano derecha y llevó dos dedos a su coño. Elena quería una doble penetración. Le metí toda la extensión de esos dos dedos en su vagina, mientras los movía de un lado al otro y al mismo tiempo entraban y salían de su coño.

Continuamos con los movimientos por varios minutos. Yo tenía que contenerme porque estaba hirviendo de deseos. Estaba empezando a cansarme, pero así y todo, la erección era completa. Había crecido tanto el tamaño de mi polla, que a cabeza empezaba a dolerme un poco con tanta estimulación. Esa mezcla de dolor y placer que sientes en los momentos de más intensidad.

Cuando sentí que Elena se vino por tercera vez, Dejé correr la leche dentro de su culo. Por su reacción, ella sintió el chorro caliente en su interior. Mientras gemía como una poseída, tomo hacia atrás mis caderas y me atrajo para que le penetrara por completo en el culo. Para estar recién desvirgada, su ano tenía una elasticidad formidable en ese momento. Todavía sigo gozando de ese culo.

Al retirar el pene, me dejé caer boca arriba en la cama. Elena se acercó hacia mi cara y comenzó a lamerme cual si una perra fuera. A decir verdad fue una follada muy animal.
Después de mirar el reloj, me di cuenta que aún teníamos tiempo de ir a almorzar.
Eran las 12:49.

jueves, 31 de enero de 2013

Historias para móvil















  

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El año 2013 empieza con nuevas aventuras...

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David.