lunes, 15 de octubre de 2012

El diseño web

El diseño web

Estaba trabajando en la oficina. Se había hecho la hora de cierre y me había quedado a terminar los contenidos de una página web que estaba modificando. Necesitaba terminar de redactar algunos artículos y la corrección de estilo me había llevado algo más de lo previsto. Necesitaba tener los artículos listos para subirlos y poder iniciar así la campaña de publicidad.

En ese entonces yo estaba asociado con mi amigo Miguel y Laura, su esposa. Ambos son diseñadores. Miguel estaba a 500 kilómetros de distancia, visitando a nuestro cliente más importante y terminando los arreglos del próximo lanzamiento. Como yo era el único programador web del proyecto, en la oficina podíamos prescindir por un par de días de un diseñador y así a Miguel le había tocado en suerte viajar por tres días. Laura y yo estábamos terminando la web.

Esa noche en particular, Laura se había retirado temprano de la oficina y había quedado en terminar algunos retoques de diseño en su casa.

Durante toda esa semana, habíamos trabajando hasta muy tarde por las noches, y hoy no sería la excepción. Cristina, nuestra secretaria hacía rato que se había retirado. Yo estaba preparando todo para irme a casa. Estaba cansado y tenía ganas de pasar a comprar algo de comida, llegar a mi departamento, ducharme y disfrutar de la comida caliente mirando alguna película. Estaba por cerrar la puerta de la oficina cuando sonó el teléfono.

Con una maldición por lo bajo, me dirigí al teléfono y lo levanté para saber quién me estaba interrumpiendo los planes trazados, cuando escuché la voz cantarina de Laura al otro lado. Apenas la identifiqué y ya mi enojo se había esfumado. Nos llevábamos muy bien con la esposa de mi amigo, y por lo general cuando llamaba en horas inoportunas, era por motivos importantes. Es una mujer muy atractiva. Tiene entre cuarenta y dos o cuarenta y tres años, con alrededor de 1,65 de altura, de cuerpo muy bien proporcionado. Tiene el cabello largo, negro como azabache y ligeramente rizado. Rellenita, con el peso exacto para darle a su cuerpo las proporciones óptimas que le hacen ver como una guitarra. Sus pechos son pequeños, de esos que caben en una mano. Tiene una cola espectacular y unas piernas de locura. Laura es muy sensual. Su cara ligeramente redondeada está enmarcada por un flequillo enrulado, con un par de ojos negros almendrados y largas pestañas. Suele maquillarse con algo de estilo dark.
A lo largo de los años que le conozco, en varias ocasiones me ha atrapado mirándole las piernas, las colas y los pechos, pero siempre fue lo suficientemente juiciosa como para no decirle nunca nada a su esposo. En varias ocasiones también le he atrapado mirándome con algo más que picardía, pero la realidad de mi amistad con Miguel, me impidió siempre intentar algo con su esposa. Lo cierto es que Laura ha estado en varias ocasiones en mis pensamientos más lujuriosos y de manera no muy inocente, que digamos.

Atenderle en el teléfono, entonces, fue una alegría inesperada. Del otro lado de la línea, la morena Laura me explicaba que tenía un problema con la portátil y que se había trabado de tal modo que tenía miedo de reinicializarla porque perdería el trabajo que le había tomado unas tres horas. ¿Podía yo ayudarla a recuperar el control sin perder el diseño? No pude dejar de sonreír regodeándome de verla esa noche mientras le contestaba que iría de inmediato.

En mi mente no había en ese entonces ninguna maldad manifiesta, sino tan sólo el regocijo por el pacer de verle nuevamente y en el ambiente relajado de su casa, fuera de la vorágine de nuestra oficina. Me gustaba disfrutar de su compañía y su charla, especialmente en los pequeños momentos en los que su esposo no le revoloteaba alrededor. Para mi fortuna, Miguel se encontraba esa noche a algunos cientos de kilómetros, y bien podría yo disfrutar de un café y una charla animada con Laura.

Tal era el ánimo y las inocentes intenciones que me acompañaban esa noche mientras me dirigía a su casa. Encontré el edificio y tocando el portero, subí al ascensor para llegar al piso catorce. Laura me esperaba con la puerta de su departamento abierta y una expresión de disculpa por la molestia que creía me estaba ocasionando. Nos dimos un beso en las mejillas y tras una breve charla, nos enfocamos en el problema. Se sentó frente a su laptop para explicarme lo que sucedía en el ordenador. Yo me había quedado detrás de ella, parado ligeramente de costado a su derecha. Cuando terminó de explicarme lo que le había sucedido, me incliné hacia la pantalla, acercándome a su cuerpo y con mi cara rozando sus cabellos negros. El perfume de su piel me envolvió por completo. Solucioné rápidamente el problema, grabé el trabajo en el disco y terminé apagando el equipo. Esto pareció aliviarle porque desde el comienzo noté lo tensa que estaba por la posibilidad de perder lo que estaba diseñando.

Ya un poco más relajada, Laura me invitó a un café, al que acepté encantado. Fuimos charlando a la cocina, en donde comenzó a preparar las tazas. Allí noté que movía la cabeza de lado a lado, como queriendo estirar los músculos del cuello. Le pregunté al respecto y respondió que había estado muy tensa en estos últimos días. Una mezcla de trabajo excesivo y algunos problemas con Miguel, su marido, le hacían disfrutar muy poco de este par de días de soltería. Me comentó que también tenía tensa la espalda. Sin ninguna intención secundaria, me ofrecí inocentemente a darle unos masajes para descontracturarla. Aceptó de buena gana.

Allí mismo, en la cocina, hice que apoyara las manos sobre la mesada, inclinando su cuerpo levemente hacia adelante. Con la cola ligeramente hacia atrás, le hice abrir las piernas e inclinar la cabeza sobre su pecho. Vestía una remera blanca del tipo musculosa, ceñida al cuerpo. Por debajo podía ver un corpiño negro que resaltaba su blanca y delicada piel. Tenía puesto un pantalón de jogging gris que marcaba la forma de sus caderas y dejaba ver su cola. Un pliegue de la tela se había metido en la raja de su culo y sus cachetes se marcaban turgentes y hermosos. Al verle en esa posición, una ola de bienestar recorrió mi cuerpo y pude sentir cómo comenzaba a excitarme poco a poco.

Me acerqué lo más que pude a ella por detrás, casi rozando su culo con mi pene. Estiré mis brazos para llevar mis manos por detrás de su cuello, rodeando con mis dedos su trapecio y deslizando mis pulgares sobre su nuca. Comencé a masajearla lenta y sensualmente mientras aprovechaba descaradamente la oportunidad única que se me ofrecía de acariciarle por completo.

Comencé con el cuello, siguiendo por sus hombros, su espalda y los costados de su torso. Laura disfrutaba del masaje y la suavidad de mis manos deslizando por su cuerpo. A veces inclinaba su cabeza hacia atrás y dejaba escapar un gemido apagado y sensual. En una de las caricias o masajes que le estaba dando, cuando deslicé mis manos cerca de sus caderas, atraje su cuerpo un poco más hacia mí, apoyando directamente su culo en mi pene. A Laura no pareció importarle. Seguí deslizando mis manos por su abdomen hacia arriba, hasta llegar a sus tetas, rodeándolas con mis dedos hasta terminar acariciándolas por completo. En ese momento pude notar que sus pezones estaban erectos.

Luego de eso, el juego dejó de ser inocente. Se dió vuelta y enfrentándome directamente, me besó apasionadamente. Mido unos seis o siete centímetros más que ella. Apretó su cuerpo contra el mío mientras su boca completamente abierta se me ofrecía por completo. Su lengua se movía dentro de mi boca y pude notar cómo una ola de saliva cálida me inundaba dulcemente.

Yo le tenía atenazada con mis manos, que se habían deslizado por debajo del elástico del jogging y de su ropa interior para abarcar con mis dedos los cachetes de su cola. Notaba la tibieza y suavidad extrema de su piel desnuda deslizándose suavemente entre mis manos. Laura había buscado mi pantalón y estaba concentrándose en la forma más eficaz de abrir mi cinturón y el cierre delantero para liberar mi polla, que para ese entonces estaba erecta y preparada.

Sacó mi miembro deslizando mi boxer hacia abajo y sin ningún preámbulo con su mano derecha comenzó a frotar masturbándome. El pulgar de su mano izquierda se deslizaba en un vaivén frenético por la punta del glande, esparciendo el líquido seminal que había comenzado a brotar de la cabeza. Una de mis manos estaba en su entrepierna y mis dedos estimulaban el clítoris humedecido.

Estuvimos así algunos minutos hasta que Laura se arrodilló frente a mí, y sin decir nada, deslizó mi polla por su boca. Comenzó a jugar llevando su lengua por mi cabeza, al tiempo que chupaba con fuerza y hacía deslizar el glande hacia adelante y atrás, acariciando los bordes con sus dientes. Aguanté lo más que pude, hasta que finalmente hice que Laura se pusiera de pie y fuimos al cuarto de huéspedes. Por una cuestión de respeto no quería fornicar en su cama matrimonial. No le vi ningún problema. Prácticamente nos tiramos sobre la cama para practicar un sesenta y nueve. Yo estaba boca arriba. Laura deslizó su cuerpo sobre el mío. Se había metido toda mi polla en su boca. Succionaba y deslizaba mi miembro. Cada tanto lo sacaba y lo lamía todo a lo largo. Una de sus manos tenía atrapados mis testículos y los estimulaba aumentando la presión sobre ellos.

Por mi parte disfrutaba de su raja. Estaba muy mojada y olorosa, tal cual me gustan. Tenía el pelo recortado (me encantan las naturales) y eso me permitía deslizar mi lengua sobre ellos mientras el flujo espeso que emanaba de su interior se esparcía por su entrepierna y por mi cara. El olor era intenso y yo me deleitaba llenando con él mis pulmones. Con mis labios abría la raja y deslizaba la lengua por su interior, deteniéndome en el orificio de su vagina. Cuando llegaba a él, metía la lengua en profundidad para sacar la mayor cantidad de flujo posible para llenarme la boca y saborearlo intensamente. Cada tanto podía sentir cómo Laura contraía y relajaba el periné y en esos movimientos, un chorro de líquido caliente y ligeramente ácido se metía dentro de mi boca. La mezcla del flujo dulce vaginal con esos pequeños chorritos de orín caliente, no hacían más que estimularme por completo.

Mientras me deleitaba saboreando esa delicia y disfrutaba del olor penetrante a vagina que me envolvía, mi pene se erguía más y más. Mi deleite fue tanto que me relajé en exceso y sin darme cuenta en un momento eyaculé un chorro de semen dentro de la boca de Laura. Inmediatamente retomé el control para evitar correrme por completo dentro de su boca. Me disculpé con ella, pero respondió que no importaba, que le había agradado.

Después de disfrutar ese sesenta y nueve por largos minutos, Laura me pidió que le penetrara. Se acomodó para cabalgarme pero mirando hacia mis piernas. Le pregunté si quería hacerlo con condón para evitar un embarazo, pero me contestó que no, que prefería que le llenara de leche. Reclinó su espalda contra mi pecho, sosteniendo el peso de su cuerpo con sus brazos. Su culo apuntaba a mi ingle. Tomé con mi mano el pene y froté el glande fuertemente contra la raja de Laura, siguiendo los pliegues arriba y abajo. Su coño estaba caliente, empapado de sus fluidos y mi saliva. La cabeza de mi glande estaba hinchada al máximo. Apoyé la picha contra el agujero de su vagina y comencé el movimiento de vaivén que siempre hago para estimularme y estimular a mis parejas. Deslizaba mi gigantesca cabeza por el orificio de la vagina lo suficiente como para entrar y después la retiraba repitiendo los movimientos una y otra vez.

Mientras entraba y salía, guiaba el pene con mis manos para que se deslizara frotando fuertemente la cara anterior de la vagina de Laura. Ese movimiento intenso y áspero parecía gustarle y enloquecerle a juzgar por sus gemidos. Después de juguetear por un rato entrando y saliendo, hice que la penetración fuera profunda y violenta. Laura mientras tanto, movía sus caderas hacia arriba y abajo, haciendo que la ferocidad de la penetración fuera más y más intensa. Después de varios movimientos, pude sentir cómo se corría mientras una mezcla de pis y fluido se deslizaba hasta las sábanas. Su cuerpo se estremecía locamente sin control. Cuando pude sentir que se calmaba, le pregunté si podía terminar yo. Respondió que acabara dentro de su coño. Inmediatamente reforcé los movimientos para prolongar por algunos segundos el placer y terminé de eyacular llenando su coño con mi leche.

Cuando retiré mi pene, un chorro de semen salió de su vagina manchando las sábanas. Todavía estábamos ocupados recuperando el aliento cuando sonó el teléfono. Era Miguel, que llamaba para ver cómo andaba todo por casa. Laura charló con su marido mientras me miraba descaradamente. Después de colgar y ante la situación, perversamente comenzamos a excitarnos de nuevo y terminamos copulando por segunda vez en la noche.

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