miércoles, 7 de noviembre de 2012

Visita matinal














Visita Matinal

Si lo pensaba detenidamente, no había una respuesta racional para la situación en la que me había metido. Lo cierto es que parecía un adolescente cachondo.

Aquella mañana estaba sentado en mi auto esperando el mensaje de texto de Carina. Llegaría tarde a la oficina, pero como dueño de mi propia empresa, puedo darme ese lujo si lo deseo. Y ese día realmente lo deseaba. Saboreando de antemano mi encuentro sexual, estaba yo sumamente excitado y por cierto, debía usar todo mi control para evitar que la polla terminara por hacer explotar mi pantalón.


Había ubicado el auto de tal modo que podía ver la entrada del edificio. No sabía cuál era el aspecto del esposo de Carina, pero eso no era importante para mi. Ella me mandaría un mensaje cuando saliera del departamento al trabajo.


Una parte de mí quería mandar a paseo esta aventura, pero por el otro, la espléndida desnudez de esa rubia cuarentona que había yo apreciado a través de la webcam, me impulsaba a quedarme y seguir esperando.


Un par de noches atrás había tenido la experiencia más excitante de cibersexo de toda mi vida. Nunca una mujer había logrado excitarme del modo que ella lo había logrado. La sesión había empezado como algo habitual, sin imágenes y con frases cachondas, pero en algún momento de la charla sensual, Carina se había calentado de tal modo que había prendido la cámara para dejarme ver su cuerpo desnudo sobre una cama, con la imagen central de su sexo escoltado por unas hermosas piernas abiertas.


Había comenzado a masturbarse y cuando me pidió verme, no dudé ni un momento en prender mi propia cámara web y mostrarle mi espléndida erección y el derrame de leche posterior


Mientras repasaba yo mentalmente esas imágenes, me interrumpió el sonido del teléfono con el mensaje de Carina: "Ven al 4B". El tío que acababa de pasar con el traje gris debía ser su marido. Sin pensarlo demasiado, sobre todo para evitar los remordimientos de conciencia, me encaminé al portero y presionando el botón del 4ºB, esperé el saludo de mi ciber-novia que me decía que había dejado la puerta del departamento abierta y entré al edificio buscando el elevador.


Cuando atravesé la puerta del apartamento, mi erección era ya evidente. Cerré y aseguré con la llave cuando Carina me guío con su voz hasta la habitación. Llegado a ella, pude ver a esa hermosa rubia sobre la cama, al parecer completamente desnuda y cubierta sólo por una sábana de seda. Sin preocuparme demasiado por la etiqueta de rigor, me desnudé rápidamente como pude para meterme en su cama y compartir la tibieza de las sábanas mientras acercaba mi cuerpo al suyo.


El sol de la mañana atravesaba una gran ventana y nos bañaba en esa mañana otoñal. Después de un par de besos, Carina empujó mi cabeza contra su coño mientras que con la otra se apretaba su pecho derecho, estrujándolo mientras comenzó a gemir quedamente.


"Vaya que estás necesitada, preciosa", pensé mientras me sumergía en ese edén de suavidad, calor, humedad viscosa y leve olor a orín que era su entrepierna. Mi boca parecía querer comerse de un solo bocado su sexo, mezclando mi saliva con sus olorosos y excitantes jugos. Arrastraba mi lengua adelante y atrás, esparciendo la viscosidad por todo su cuerpo y toda mi cara. Carina movía sus caderas para acomodarlas a mi boca en un frenesí sexual que le llevaba a masturbarse descaradamente contra mi cara. Se refregaba de manera frenética, moviendo todo su coño por mi boca, mejillas, ojos y frente al tiempo que me empapaba de ese flujo vaginal que me parecía un elixir de dioses.


Sin dejar de moverse ni gemir, me pidió mi mano para meterse mi pulgar derecho dentro de su vagina. Comencé a frotar la cara anterior de su interior buscando el punto g mientras que con el índice frotaba su clítoris haciendo de mis manos y dedos como una pinza que apresaba y estimulaba sexualmente el sexo de mi chica. Mientras seguía el movimiento de caderas y sus gemidos se hacían cada vez más fuertes, pude sentir cómo su vagina se contraía internamente y una oleada de líquido viscoso y caliente brotó de su interior chorreándome la mano y el brazo.


No pude evitar retirar por un momento mi pulgar para chupármelo. Cuando Carina pudo ver lo que hacía, pareció excitarse aún más y tomando mi mano, lamió mis dedos de forma exquisitamente sensual. Reacomodó su cuerpo y tirando de mi cabeza, puso su sexo sobre mi abdomen y comenzó a frotarlo contra mi piel mientras que con sus piernas rodeaba y acariciaba mi cuerpo. Guió mi boca contra su pecho y con mi lengua lamí sus pezones, llenándolos de saliva, mordiéndolos y estirándolos hasta dejarlos enrojecidos, duros y erectos.


Comencé a mamarle las tetas succionando fuertemente mientras sentía sus gemidos intensos y roncos. Había comenzado a rasguñarme la espalda cuando sentí cómo un líquido caliente salía por su sexo mojándome el abdomen mientras se frotaba contra mí y me empapaba. No pude saber si era orín o líquido eyaculatorio pero inmediatamente mi excitación llegó al máximo.


La cama estaba empapada cuando le acosté nuevamente para lamerle la entrepierna y los muslos. Lamí y tragué todo el líquido que pude encontrar sobre su piel. Eso pareció encender a Carina todavía más. Busqué su clítoris que ahora esta hinchado y duro. Lo recorrí con la lengua en toda la extensión y comencé a mordisquearlo fuertemente con los labios.


Carina estaba descontrolada y excitada mientras me pedía más y más. En un momento se tiró en la cama y con sus dedos se abrió el coño enseñándomelo y pidiendo que le penetrara en ese instante. Mi pene estaba completamente listo. El glande agrandado al máximo y goteando líquido preseminal estaba listo para la acción. No fui dulce ni tampoco mi hembra esperaba que lo fuera.


Le penetré fuertemente y a la primera embestida pude sentir como mi polla llegaba a topar con su cuello uterino. Carina estaba tomada de la cabecera de la cama. Cuando sintió mi penetración, gritó un "siiiiiii" grave y ronco seguido de un "¡cógeme fuerte!". Su vagina estaba lubricadísima y yo podía sentir como sus músculos internos se resistían a mi cabezona polla. Podía apreciar cómo mi glande le expandía su interior y me daba cuenta del placer que eso le provocaba por los gritos y gemidos que emitía.


Me movía violentamente y podía sentir cómo la cama se movía hacia adelante y atrás. Mi mujer movía sus caderas al ritmo de mis embestidas mientras gritaba "¡dámelo fuerte!". Yo movía mi cuerpo frenéticamente. Cada vez que retiraba mi pene lo sacaba por completo de su vagina y volvía a embestirla hasta lo más profundo al ritmo de nuestras exclamaciones y gemidos.


En un momento una de mis manos, la que abrazaba su culo, llegó hasta su ano y en ese momento exclamó "¡méteme el dedo!". Lubriqué mi dedo medio con el flujo viscoso que me estaba empapando los huevos y se lo metí hasta donde pude. Con un grito fuerte y una mueca de placer expresó el gusto que eso le provocaba. Penetrada por mi pene en su vagina y por mi dedo en su culo, procedí a penetrarle la boca con mi lengua.


Respondió succionando fuertemente mi boca. Cada tanto Carina liberaba la presión y podía yo disfrutar de su saliva entrando a mis fauces, la cual bebía con placer morboso.


Pudimos seguir ese juego por largo tiempo mientras agradecía yo mentalmente a mi resistencia y control. Según pude yo contar en ese frenesí de pasión y lujuria brutal, Carina llegó unas tres veces hasta que finalmente me pidíó que termináramos juntos mientras gritaba en mi oido "¡eyacúlame ahora!. Continúe estimulando su vagina hasta que noté que llegaba por cuarta vez y terminé llenándo su coño con mi leche. Cuando me venía llevé mi glande hasta el fondo y me derramé por completo dejando en su cuello uterino todo mi esperma. Terminé con un par de contracciones mientras mi rubia pareja lamía el sudor que me corría por el cuello y me clavaba sus uñas en mis nalgas.


Después de esta maratónica mañana decidí tomarme el resto del día. Invité a Carina a salir y desayunar después de higienizarnos. Ella aceptó agradecida. Nos acurrucamos juntos por una media hora y después me invitó a bañarnos juntos en su tina. Allí comenzamos otro jugueteo amoroso.


Pero eso... es otra historia.


 

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