La web de arte
Valeria entró a mi vida en un momento complicado.
Es una
artista plástica de renombre que acudió a mi teléfono solicitando mis
servicios de fotógrafo y diseñador web con la intención de crear una
página y así poder promover sus obras.
La charla telefónica
inicial si bien fue formal, no dejó de ser entretenida y después de
algunos minutos, concluimos por encontrarnos en su domicilio y así
iniciar los trabajos preliminares. Aprovecharíamos además para ponernos
de acuerdo con el presupuesto y los detalles técnicos menores.
Un par de días después, el taxi me dejó frente a la dirección de
Valeria. Me bajé y toqué el timbre para esperar algunos momentos, al
cabo de los cuales abrieron la puerta y pude verle por primera vez. Mi
primera impresión sobre Valeria fue el suave aroma de su perfume, que me
envolvió suavemente.
Me hizo pasar y después de saludarnos con
un par de frases triviales, me invitó a un café. Pasé a un living y
tomando asiento, pude observar cómo se alejaba por unos momentos,
regresando con un par de pocillos de café.
La charla se
desarrolló en torno a lo que necesitaba para la creación de su web,
centrándonos principalmente en el aspecto estético. Cuando Valeria
desviaba los ojos, yo aprovechaba para darle un vistazo a sus piernas,
que se asomaban debajo de una falda que terminaba encima de sus
rodillas. Podía mirar las suaves curvas de unas piernas deliciosas que
se inclinaban suave y delicadamente. Apenas podía, le miraba de reojo
disimuladamente. En un par de ocasiones tuvo que buscar unos de
documentos y aproveché para observar su figura mientras se ponía de pie.
Creo que se dio cuenta que le observaba de una manera no muy profesional, pero estimo que eligió dejarlo pasar.
Fueron pasando las semanas y con Valeria tuvimos que encontrarnos
muchas veces. En una ocasión fuimos a una de sus muestras de pintura. Al
terminar la noche, decidí ayudarle a recoger todas sus obras. Le
pregunté si necesitaba ayuda para llevarlas de regreso al taller, y
después de algunos momentos de duda, se decidió por aceptar que le
acompañase con las telas.
Su taller no estaba en su casa, sino a
un par de cuadras. Mientras viajábamos, mantuvimos una charla amena, en
la cual entremezclaba yo algunas bromas. De repente, creo que sin
intención, Valeria rozó mi pierna con su mano. No pude menos que sentir
una ola de excitación que me recorrió por completo. Traté de ocultar mi
turbación, pero por algún motivo intuí que no era el único que se había
inquietado con el contacto.
Después de llegar a su taller,
bajar las pinturas y acomodarlas cuidadosamente, comencé a despedirme,
pero la insistencia de Valeria para que me quedara a tomar un último
café, acabó de convencerme.
El atelier es amplio, y al costado
del mismo tiene una pequeña cocina. Allí fue Valeria a preparar el café
y mientras trabajaba en ello, no resistí el impulso de acercarme.
Creo que no pude controlar mi creciente excitación. Mi pierna le rozó
levemente y pude notar un breve sobresalto en su vano intento de ignorar
ese contacto. Le recorrí con mi mano suavemente por el talle y dándole
vuelta para dejar su cuerpo frente a mí, tomé su rostro para acercarme
hasta rozarle insinuantemente sus labios con los míos.
Mientras
le besaba, abrió levemente su piernas y aproveché para que mis manos
buscaran la curva de sus pechos y bajaran lentamente por su abdomen.
Comencé a besarle el cuello mientras mis manos apresaban las formas de
su cadera, deslizándose lentamente hacia atrás. Me excitaba cada vez más
mientras podía sentir como Valeria respondía a mis caricias.
Le quité el vestido y su espléndido cuerpo quedó en ropa interior.
Hablaba con ella susurrándole frases al oído. Comenzamos a movernos con
intensidad creciente. Mis manos se deslizaron por dentro de sus bragas,
mientras ella me desvestía abriendo mis pantalones. Sus dedos rozaron
todo el largo de mi polla.
Le hice sentar en una silla y,
deslizando por sus piernas la ropa interior, me arrodillé frente suyo y
abriéndole los muslos, acerqué mis labios a su sexo para que mi lengua
comenzara a recorrerle. Me sorprendió sentir cómo ya se había
humedecido. Mis mejillas estaban atrapadas entre el calor y la suavidad
de su piel. Movía mi cabeza lentamente recorriendo todo lo largo de su
sexo. Valeria acariciaba mis cabellos. Me atraía contra su cuerpo
mientras movía sus caderas en un suave y lento vaivén que nos excitaba
cada vez más. Había comenzado a sentir sus gemidos que iban aumentando
en intensidad.
Después de un largo rato, nos recostamos sobre
unos almohadones completamente desnudos. Allí volví a sumergirme en las
profundidades de su sexo para saborear el fluido viscoso, que me llenaba
la boca con esa suave mezcla de sabores dulces que provenían de su
interior. Valeria me recostó sobre nuestra improvisada cama, y llevando
su boca sobre mi polla, comenzó a chupar la cabeza. La sensación suave
de su lengua sobre mi pene no hizo otra cosa que excitarme todavía más,
si eso era posible. Mientras mi amante movía su cabeza lentamente,
deslizaba sus labios por todo el largo de mi pene.
Me ubiqué
sobre su cuerpo, y abriendo sus piernas, comencé a introducirle la
cabeza de mi polla lenta y rítmicamente. Al principio de la penetración
podía sentir cómo el coño de Valeria ofrecía resistencia, pero sus
gemidos intensos me expresaban su placer y sus manos estrujaban la piel
de mi espalda. Con un movimiento de bombeo que le penetraba y salía
rápidamente, entraba y sacaba mi glande de su vagina, terminando de
excitarnos por completo. Después de unos momentos, Valeria me tomó por
el culo para impulsarme a su interior bruscamente.
Comencé entonces
unos fuertes movimientos de embestida, mientras el silencio del taller
se mezclaba con nuestros gemidos intensos y el ruido del choque que se
producía cuando mis huevos pegaban contra su entrepierna.
Al
cabo de un rato le puse en cuatro, mientras le penetraba la vagina
bruscamente por detrás. Mis manos le tomaban y acariciaban sus senos.
Seguí así durante un largo rato, embistiendo su coño fuertemente.
Parecía que Valeria no había experimentado una penetración fuerte como
la que experimentaba en ese momento por el modo en que gozaba. Cuando ya
no pude más, le pregunté si podía acabar dentro de ella. Terminé
vaciándome por completo en su interior.
Nos bañamos juntos,
cerramos el atelier y le acompañé a casa para que no llegara sola en
medio de la noche. Al despedirnos junto a su puerta y amparándonos en
las sombras de la noche, nos besamos largamente mientras juntábamos
intensamente nuestros cuerpos.
Su esposo estaba de viaje, por lo que no temíamos ser sorprendidos.
Antes de irme, allí mismo cual adolescente, me atreví a subirle
nuevamente la falda para follarle por última vez contra la pared.
Acabamos juntos.
Después de eso, me subí el cierre del pantalón y le acomodé la falda. Nos despedimos con un beso.
Al llegar a casa, le envié a Valeria un mensaje de texto.
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