sábado, 8 de diciembre de 2012

Compañía de seguros (2)
















Compañia de seguros
( Entrega 2 )

[Sinopsis]--------------------------------
Historia larga, separada en capítulos en donde Cristina planea hacerse rica con una estafa al seguro.

 ( Si quieres leer la primera parte, haz click aqui )
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Capítulo 2: La compañía

El día en la oficina, empezó como un día cualquiera para Cristina. Junto a Daniel trabajaban en la misma compañía de seguros. Ella era asesora de seguros y manejaba una cartera de clientes bastante numerosa, de cuentas importantes.

El atractivo físico siempre la había jugado a favor a Cristina, pero era consciente de que podía ser un arma de doble filo. Algunos clientes intentaban llevarla a la cama por todos los medios posibles, desde las insinuaciones amorosas hasta el simple intercambio comercial. Pero los verdaderamente aberrantes eran los asegurados de las cuentas más importantes. Los clientes de cuentas que cubrían millones eran los más procaces, porque intentaban extorsionarla con llevarse la cuenta a otra compañía.

De un modo u otro, había podido evitar que las cuentas más grandes se fueran. Si eso ocurría, su puesto podía peligrar, teniendo en cuenta que esos seguros pagaban miles de dólares en primas. Cristina vivía cómodamente, pero distaba mucho de tener su futuro asegurado.

Uno de esos clientes "gordos", se había vuelto particularmente insoportable. Dueño de una cadena de electrodomésticos, Alfredo era muy importante para la compañía, que no podía darse el lujo de perderlo.

Si todo hubiera sido nada más que insinuaciones y algo de comportamiento soez, podría haberlo manejado sin problemas. Pero la cosa ya resultaba definitivamente repugnante para ella. En la última reunión, Alfredo no sólo se había propasado, sino que directamente le había dicho que si no se acostaban, llevaría la cuenta a otro seguro. No sólo había sido la amenaza la que le había enojado, sino que el ricachón había remarcado sus palabras tocándole lascivamente el muslo por debajo de la falda en un momento de descuido.

Cristina estaba furiosa con el tipejo. Sobre todo porque nadie en la compañía parecía haberle escuchado, mucho menos protegido. Bueno, a decir verdad, Daniel sí le había creído y si no le hubiera detenido asegurándole que ella podía manejar el asunto, Alfredo habría perdido un par de dientes y Daniel estaría ahora de patitas en la calle. Pero para sus jefes, esto no había sido un hecho importante.

Desde entonces las ideas de tomarse algún tipo de revancha contra Alfredo y sus propios patrones, se había ido dibujando poco a poco en la cabeza.

Hacía tiempo que con Daniel estaban saliendo. Nada serio había pasado sino hasta la noche en que habían hecho el amor en la oficina, pero era cierto que almorzaban juntos desde hacía unos tres meses y ocasionalmente se escapaban después del trabajo a tomar alguna copa juntos.

Algunos fines de semana inventaban excusas para encontrarse en algún shopping o tomar algún  helado. Todo con discreción, por supuesto, teniendo en cuenta que Daniel estaba casado y ella comprometida.

Daniel había sido trasladado desde casa matriz y habían congeniado casi de inmediato. Ambos pasaban momentos de pareja difíciles y debido al trabajo, habían tomado contacto estrecho rápidamente. Daniel era un experto investigador de fraudes que había sido asignado para capacitar y dirigir un grupo de análisis recién creado.

Hoy tenía trabajo de oficina, así que soportó estoicamente lo mejor que pudo el aburrimiento e irritación que le provocaba el trabajo administrativo. De todos modos, las ideas parecían hervir en la cabeza de Cristina y pensar en ellas le acortó el tiempo. Tanto así que le resultó relativamente rápida la llegada de la hora de salida. Con su amante habian acordado cenar en un pequeño restaurant italiano, que tenía un ambiente romántico y relajado. Así es que tomó el teléfono para llamar a su pareja inventando una reunión de último momento con un cliente. Probablemente Daniel haría lo mismo con su mujer.

Discretamente, para evitar habladurías en la oficina, cada uno saldría por su lado, tal como siempre lo hacían desde hace tiempo, para finalmente encontrarse en algún lado preacordado. Hoy le tocaría a ella salir unos minutos antes y esperar a Daniel en la mesa reservada. Las precauciones nunca eran pocas, y trataban de evitar alguna que otra mirada indiscreta de algún compañero de trabajo o conocido cercano a sus parejas.

Cristina estaba muy feliz con la relación que habían concretado. Si bien Daniel no tenía el apecto de una estrella de cine, le consideraba atractivamente masculino. De buen humor y caballeroso, le hacía sentir una gran seguridad. Los doce años diferencia (Daniel se acercaba a los cincuenta), no le importaban en absoluto. Le gustaba el aplomo y la seguridad en sí mismo del hombre. Había un interés genuino por todo lo que ella pensaba y se sentía no sólo escuchada, sino contenida en todo aspecto por el hombre más atento y caballeroso que había conocido.

Habían tenido una noche de sexo salvaje que había significado mucho para ella, pero en su interior, ya sabía que usaría todas las armas de las que disponía para atraparle en el buen sentido de las palabras. Se daba cuenta que esto iba más allá de una excitación momentánea o un destape lujurioso en cuanto a lo que sentía por Daniel.

Curiosamente, no tenía remordimiento alguno por haber engañado a su prometido ni tampoco le molestaba su conciencia al saber que destruría un matrimonio. Tanto le había afectado esta relación que no había espacios para conciencias culpables, por lo menos en cuanto a su propia conciencia personal.

Su primer encuentro sexual se había producido hacía ya una semana y hoy esperaba poder tener la oportunidad de volver a experimentar el amor salvaje, pero quería hacerlo en un ambiente relajado, en una buena cama, sin el temor latente de ser descubiertos por alguien en el trabajo. Cristina siempre había sido una mujer directa y hoy no sería una excepción. Si no salía de él, seguramente ella le propondría una noche de lujuria. Había un pequeño hotel cerca, lo suficientemente bueno como para poder pasar un rato en el jacuzzi antes de hacer el amor. Lo había visitado hacía poco más de un año junto a su novio y le había fascinado el ambiente cálido de luces tenues, cortinados de color crema y el alfombrado de las habitaciones.

Quería que esa noche fuera especial. Las cosas no iban bien en casa y los problemas de la cuenta de su nauseabundo y acaudalado cliente Alfredo, le hacían necesitar un espacio de contención que su amante le daría. La manera dulce de estar atento a sus estados de ánimo, la forma que tenía de escucharle y su respeto particular hacia ella, que le impedía entrometerse en sus asuntos, le resultaban reconfortantes. Su prometido le escuchaba, claro que sí, pero para cuando terminaba de relatarle algún inconveniente siempre resultaba que era ella la que se había equivocado en resolver ese problema. Estaba hasta la coronilla de que su novio siempre tuviera una respuesta adecuada para todo, como si la vida fuera un manual de instrucciones y para cada cosa que sucediera hubiera una receta específica para resolverla.

Su relación estaba desgastada y los viejos sentimientos de amor que en su momento le hacían sentirse protegida, hoy se habían trastocado en una relación agobiante en la que el control de su pareja parecía no tener fin. Llamadas constantes al trabajo, preguntas sobre su paradero y un control estricto de los lugares en donde se encontraba a lo largo del día cuando visitaba a sus cientes, habían terminado asfixiando sus sentimientos y ahora la presencia de su prometido no era otra cosa que una molestia creciente.

Tales eran sus sentimientos cuando Daniel entró a su vida.

Le vio a través del ventanal y todos esos pensamientos se esfumaron por completo. Llegó sonriente, como era su costumbre y no pudo dejar de admirar su carácter alegre y el positivismo que le acompañaba a diario.

Cuando se sentó a su lado, tomándole de la mano, pudo notar que había tenido la delicadeza de quitarse su alianza. Cristina había hecho lo mismo con el anillo de compromiso. Pidieron pastas para cenar y charlaron animadamente durante toda la cena. Quedaron de acuerdo en que después de cenar, irían al petit hotel para un momento de intimidad. La conversación no tuvo un tema en particular, pero hablaron sobre todo de los viajes que ambos habían realizado y los mejores paisajes que recordaban. Las anécdotas abundaban, principalmente porque a ambos les gustaba viajar en compañía.

Durante el café la mujer fue llevando poco a poco la charla a algunos temas de seguros, principamente lo relacionado a los métodos de investigación de fraudes, la especialidad de Daniel. El hombre pacientemente le fue dando la información que ella le pedía, pero la charla no fue forzada ni mucho menos. Cristina realmente tenía varias ideas en la cabeza y había empezado a evaluar algunas alternativas.

Apuraron el postre porque no querían extender demasiado la velada. Ambos tendrían que dar alguna explicación en sus respectivas casas, así es que Daniel pagó con efectivo para no dejar rastros en la tarjeta y emprendieron la caminata de un par de cuadras que les separaba del hotel.

La habitación resultó ser encantadora. Se bañaron juntos en el jacuzzi y después de secarse los cuerpos mutuamente, se recostaron en la cama.

Daniel empezó a besarle larga y apasionadamente. Cristina se recostaba en la cama mientras su cabeza se hundía en las grandes almohadas cubiertas con una tela estampada de algodón fino y bordados en hilo. Cristina le respondía abriendo la boca y recorriendo con sus manos el cuerpo en busca de su sexo, que estaba erecto, duro y listo. Una de sus manos recorría los testículos mientras la otra apretaba la cabeza de la polla.

Los dedos indice y medio de la mano de Daniel estaban en la raja de la mujer, acariciándola firme e intensamente mientras Cristina abría lo más posible sus piernas. Movía las caderas arriba y abajo, acompañando los movimientos del hombre. Los gemidos de él se hacían fuertes cuando la masturbación se hacía más intensa. Después de unos momentos de masturbación mutua, la rubia mujer le recostó boca arriba y se acomodó para un sesenta y nueve. Inclinando la cabeza, se preparó para hacerle una larga mamada, mientras él metía su boca en la raja turgente y suculenta de la chica.

Ella chupaba intensamente el miembro del hombre, acompañando la mamada con movimientos de su cabeza. El hombre saboreaba los fluidos que de ella emanaban. Cristina movía su cadera aumentando el contacto con la boca del hombre. Este juegose prolongó durante varios minutos, hasta que Daniel exclamó:

-  “No pares, pero ten cuidado porque si sigues así, me voy a derramar..."
-  "Derrámalo en mi boca... quiero tomarlo todo...", respondió Cristina

En ese momento, el hombre tuvo un estremecimiento y empezó a eyacular mientras la mujer recibía todo el semen en su boca. En el momento de derramarse, movió su cadera arqueando el cuerpo y llevando el pene bien arriba, mientras Cristina se tragaba la verga por completo y una gota de leche salía por las comisuras de sus labios.

Cuando el hombre se calmó un poco, la mujer retiró la cabeza y relamiendo el semen que quedaba en los labios para terminar de tragarlo, dijo:

- “Ahora me toca a mí...", mientras se acomodaba colocando su cuerpo en cuatro patas sobre la cama. Abriendo los cachetes y mostrando el agujero del culo, le dió a entender que quería que le penetrara por el ano.

La excitación de Daniel era tanta, que prácticamente no había perdido la erección. Quizá había tomado viagra, pero eso es algo que Cristina no preguntó. Inmediatamente se colocó detrás de ella y mojando con saliva el pene, le penetró por el culo. Ella profirió un sonido gutural de placer y con la embestida gritó:

- "Bien fuerte..." 

El hombre hizo una fuerte presión metiendo el miembro hasta el fondo. Ella respondió:

-" ¡ Si ! ¡ Si ! ¡ Dale fuerte !"

El siguió bombeando mientras miraba el miembro entrar y salir del ano. Cristina tomó la mano derecha del hombre y llevándola contra la raja, puso la punta de los dedos en el orificio vaginal mientras exclamaba:

- "Mmmm... mmmm.... ¡ méteme los dedos !". Mezclaba los gemidos con una exclamación en tono bajo.

La mujer acomodó las caderas  separó más las piernas y mientras Daniel le embestía fuertemente por el culo, introdujo los dedos indice y medio por la vagina. Cristina reaccionó con un par de estremecimientos a la doble penetración, mientras el hombre estimulaba hacia adelante buscando el punto g y alternativamente estimulaba la cara posterior de la vagina para encontrarse con la verga, que alcanzaba a palpar a través de las paredes vaginales.

Cristina se movía rápidamente, reaccionando con contracciones involuntarias mientras exclamaba: 

- “Ahhh... ahhh ... "

La estimulación siguió por unos cuantos minutos. Luego Cristina giró la cabeza para decirle:

- "¡ Dame un beso ...!"

Mientras continuaba con la doble penetración, Daniel inclinó su cuerpo para darle un beso de lengua. Ambos estaban listos para terminar, cuando Cristina le pidió:

- "¡ Llenáme el culo de leche, amor...! ¡ Estoy lista !"

Cristina se movía más fuerte hacia atrás y adelante cuando Daniel terminó dentro de su culo, derramando su semen. Cristina terminaba con unos gritos mezcla de placer y de dolor.
Se quedaron quietos y abrazados, reposando juntos en la cama por algunos momentos.
Antes de vestirse, decidieron bañarse juntos.
Después de vestirse, abandonaron la habitación.

Continuará...




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