lunes, 15 de octubre de 2012

Viaje de negocios

Viaje de negocios

Había llegado a la localidad en plan de negocios.

La villa pujante y bulliciosa destino de mi viaje, es el centro geográfico de una zona turística importante del centro del país, en la provincia de Córdoba.

Me habían contratado para dar una serie de charlas veraniegas. La época calurosa y primaveral había atraído a una gran cantidad de turistas que venían de todas partes.
Mis conferencias eran habituales allí, por lo que busqué alojamiento en un hotel conocido, muy cercano al centro y adecuado a mis necesidades para esos diez días de estadía.

Trabajaría de mañana, con las tardes libres. El hotel esta a la orilla de un río tranquilo, con una playa apta para bañarse tranquilamente al resguardo de las rocas. La construcción antigua, de alrededor de 1960, tenía a su entrada una pequeña calle que conducía al estacionamiento. Cruzando la calzada, hay un terraplén con mesas, juegos para niños, pool y algunas máquinas de videojuegos. Un pequeño bar acogedor y de buen gusto permite comprar refrescos para sentarse mirando al cauce del río.

En el terraplén hay una escalera que desciende un par de metros hasta las rocas y la pequeña playa en donde los huéspedes bajan para disfrutar de una baño en las aguas templadas del río.

El hotel tiene también una pileta, pero el bullicio siempre indica la rivera del río para los que buscan pasar una jornada agradable.

Mi habitación estaba en el primer piso. Agradable y con una amplia cama, el frigobar invitaba a tomar algo refrescante mientras me relajaba para ver algo en la tv. Había contratado el paquete que incluía cena, lo que me permitía socializar con los demás viajeros. Había una gran cantidad de familias disfrutando de sus vacaciones anuales. Me llamó la atención una de ellas, que a la postre serían mis vecinos de cuarto.

El padre de familia, entrado en kilos, tendría alrededor de cuarenta y tantos años, igual que su esposa. Un par de niños-adolescentes les acompañaban. La mujer, de buen porte, alta como de 1,75, de rostro ligeramente redondeado. Su pelo lacio, castaño claro le caía hasta mitad de espalda. Sus ojos marrones almendrados miraban con atención. Desde el principio nuestras miradas se cruzaron repetidamente. Eduardo y Virginia eran sus nombres.

Con el transcurrir de los días, socializamos mutuamente como suele suceder en hoteles y posadas. Y en más de una ocasión nos cruzábamos en los pasillos o charlábamos en el terraplén frente al hotel.

Un par de tardes invité a toda la familia a jugar al pool. En verdad, lo que realmente quería era estar cerca de Virginia.

Los días transcurrieron lentamente al ritmo de mis conferencias y cada tanto nos cruzábamos. No perdía yo tiempo para admirar las bellas formas de la mujer. En muchos momentos pude comprobar que no le resultaba indiferente al ver sus ojos cruzarse mudamente con los míos. Pude verle en todo su esplendor porque solían salir desde su habitación ya vestidos en trajes de baño, dada la cercanía del río.

A través de las conversaciones, pude enterarme que Eduardo era viajante de electrodomésticos y su esposa manejaba un pequeño negocio de postres y gastronomía a pedido.

Alrededor del sexto día de estadía, estaba yo sentado distraídamente en el bar, admirando la pequeña playa, cuando veo a mi nuevo amigo y su familia salir por la puerta del hotel. El marido se despidió de su mujer para alejarse con sus hijos rumbo al estacionamiento. Virginia terminó por descender las escaleras, vistiendo su traje de baño. Vi que se acomodaba en una de las orillas del río.

Esperé a que el auto se alejara simulando leer el periódico y sin pensarlo dos veces, seguí las bellas formas de la mujer para acercarme a su lado y entablar conversación.

Al verme, noté que se ponía algo tensa. Distraídamente le pregunté por Eduardo, a lo que me respondió que había ido a la ciudad y retornaría al anochecer.
Desentendiéndome del asunto, dirigí la charla para preguntarle sobre su pequeño negocio de tartas dulces. Con el transcurrir de la conversación, Virginia terminó por relajarse y disfrutar de nuestro encuentro cómodamente.

No dejaba yo de observar su delicioso cuerpo. Con el pasar de los minutos, pude notar que me observaba por el rabillo del ojo, escudándose en sus anteojos de sol.
Lenta y paulatinamente mis miradas se fueron haciendo evidentes para ella. Dejaba que me atrapara observándole los senos, los muslos y la entrepierna. En algún punto pareció ligeramente perturbada, pero de ninguna manera incómoda.

Después de algún rato de conversación, le invité a una zambullida en las aguas cristalinas del río. Nos sumergimos en una olla natural que nos permitió permanecer de pie, con el agua cubriendo nuestros hombros.

Jugueteamos en el agua. Dejé que mis manos le rozaran un par de veces para observar atentamente sus reacciones. No pareció molestarle en absoluto. Muy por el contrario, en una ocasión su mano se deslizó casualmente sobre mi pecho. El gesto resultó ser un intento débil de separarse de mí, pero prolongó el contacto físico más de lo debido. Virginia parecía ligeramente avergonzada.

Ignorando el asunto, seguí hablando animadamente con ella. El agua estaba fresca y podíamos sentir el aroma de la hierba que llegaba desde arriba, entre las rocas. Virginia apoyó sus espaldas contra las rocas para aprovechar los rayos del sol. Me coloqué a su lado, rozando mi hombro con el suyo. No eludió el contacto. Seguimos hablando animadamente para llenar los vacíos silenciosos que empezaban a multiplicarse. Mi mente trabajaba febrilmente.

Después de unos momentos, deslicé mi mano, que estaba por debajo del agua, para rozar la suya. Nadie podía vernos desde el hotel ni el bar, que a esa hora de la tarde, estaba lleno de gente. Las rocas del río nos protegían de miradas indiscretas, porque se elevaban un par de metros por encima de nosotros. Ante el gesto imprevisto del contacto, Virginia me mira seriamente, enfocándome sin quitarme los ojos de encima. Mi mano rozó la cara interna de uno de sus muslos.

- "¿ Quieres que te invite a una copa en mi habitación ?" pregunté sin preámbulos y sin pensar nada en absoluto.
- "¿ Acaso crees que voy a irme contigo así como así ? ¿ Por quién me tomas ?" Me respondió, enfadándose con un mohín ridículo de su nariz.
- " Si estás excitado búscate a una ramera. Yo pienso esperar a mi marido. Déjame en paz." Volvió a decirme sin darme tiempo a disculparme.

Me enfadé porque si bien su tono sonó convincente, me dí cuenta que también ella se había excitado con mi contacto. Yo no estaba para bromas en ese momento.

- "Sólo quería invitarte a una copa. Me resultas atractiva. ¿ Qué hay con eso ?", disparé con todo desparpajo y desafiándola.
- "Bueno pues ya te dije que no, déjame tranquila", respondió

Yo estaba realmente muy excitado y admito que mi juicio estaba nublado. Opté por seguir la actitud desafiante. Podía sentir cómo la sangre comenzaba a llenar mi polla.

-"¿ Qué esperabas que hiciera ? Me excité al tocar tu pierna y no dijiste nada. Sé que estás excitada igual que yo ¿ Por qué negarlo ?", dije convencido.
- "¿ Cómo te atreves a hablarme de ese modo, estúpido ? ¿ Quién crees que eres ? ", me insultó mirándome directamente a los ojos.

No pude evitar sentirme más cachondo por su actitud. Acercándome hasta casi rozar sus labios, respondí secamente:

-" Quiero follarte hasta saciarme por completo. Te quiero en mi cama". Una de mis manos se deslizó para acariciarle un pecho. Su pezón estaba erecto. Mi otra mano se deslizó por su cadera para cogerle del culo y atraerla contra mi cuerpo.

Virginia se mostró sorprendida por mi reacción. Un poco asustada, miró alrededor para ver si alguien nos veía, pero estábamos bien ocultos entre las rocas.
Después de tranquilizarse un poco, me miró sorprendida de mi reacción. Le tenía atrapada por el culo y su sexo estaba apretado contra el mío. Mi pene estaba erecto por completo y presionaba sobre su ingle. No apartaba sus ojos de los míos. Uno de sus brazos se deslizó entre nuestros cuerpos en un gesto desganado que intentaba separarnos. Yo notaba su respiración entrecortada, que delataba su excitación.

- " Quiero lamer tu sexo ", continué mientras intentaba mantenerla contra mí.
- " No...", respondió sin mucha convicción.
- " Déjame penetrarte, Virginia. Sé que lo deseas ", insistí.

Mi boca estaba muy cerca suyo y podía respirar su aliento. Cada frase mía parecía debilitarle más y más. El contacto contra mi cuerpo en medio del agua. El estar escondidos a la vista de todos. La intimidad del momento. Todo parecía confabularse a nuestro favor. Le besé con la boca abierta mientras respondía al beso ante mi propia incredulidad.

Aún le quedaba un resto de fuerza mental como para exclamar:

- "¡ No soy ninguna zorra ! No puedo comportarme de ese modo ", dijo.
- " Se que te ha gustado ", le dije mientras volví a besarle.

Eso pareció despertarle de un largo letargo. Cerró los ojos y se relajó mientras le besaba. Su mano izquierda se deslizó por mi pene.

- " Mi marido nos matará si nos encuentra ", dijo mirando en dirección al hotel.
- " Olvídate de él ", dije cortante. "Te cogería aquí mismo si fuera posible", le susurré al oído mientras apretaba mi cuerpo contra el suyo.

Me alejé un poco y Virginia me miró con ojos interrogantes.

- " No puedo más. Quiero lamerte el coño ahora mismo. Ven a mi habitación", le ordené, mientras salía del agua.

Virginia me siguió con movimientos mecánicos, todavía turbada por lo que acababa de pasar. Mientras nos secábamos, en un movimiento rápido tomé su mano para obligarle a acariciar mi pene. Nadie nos veía, pero su cara tomó un color rojo intenso.

- " Esto te espera en mi habitación. Sígueme ahora mismo.", le dije ignorando su vergüenza.

Virginia se había puesto un vestido liviano sobre su traje de baño. Me dejé el short de baño y me puse mi remera. Tomando mis ropas, me dirigí con paso rápido al hotel. Virginia tenía el fajo de ropa en sus manos. Atravesamos la playita y el terraplén como si estuviéramos hablando distraídamente. Cruzamos la pequeña calle que nos separaba de la entrada y tras saludar despreocupadamente al conserje, avanzamos por el pasillo principal a la izquierda de lobby. Subimos las escaleras como si fuéramos a nuestras habitaciones respectivas.

Al llegar al primer piso, miré atrás y adelante del pasillo para asegurarme de que nadie nos veía. Abriendo mi habitación, tomé a Virginia del brazo y sin darle oportunidad de dudar, le empujé casi violentamente dentro de mi habitación. Cerré asegurando con llave la puerta y metí la mano bajo la falda de Virginia, subiéndola para quitársela por completo. Solté el corpiño de su traje de baño y deslicé hacia abajo el bañador. Las manos de Virginia me desnudaron rápidamente y tomó mi pene deslizando sus dedos por cada rugosidad que encontraba. Deslizó la piel de mi glande hacia atrás y comenzó a masturbarme mientras el líquido seminal ya asomaba por mi polla.

- " Tócame...", me dijo suavemente al oído. Metí por el interior de su raja dos dedos. Ya estaba a medio lubricar. Deslicé esos dedos de arriba abajo.
- " Estoy muy caliente, amor", exclamé.

Podíamos sentir el ruido de mis dedos que se deslizaban por su sexo producto del fluido que corría por su vagina. Virginia había comenzado a gemir de placer mientras su cuerpo se contraía contra mi mano y arqueaba su espalda mientras sus pechos desnudos deslizaban sus pezones sobre mi piel.

Se arrodilló y metió mi cabezona polla en su boca. Mientras me la chupaba, gemía al ritmo de su respiración entrecortada. En un momento la detuve para acostarme boca arriba en la cama. Dirigí su cabeza directamente a mi pene para que siguiera con la felación.

Mientras Virginia subía y bajaba su cabeza tragando mi polla en toda su longitud, una de mis manos le acariciaba las tetas y con la otra, mis dedos estimulaban su coño. Podía ver cómo cerraba sus ojos. Yo sentía el paraíso de su boca y la suavidad de su lengua en mi glande. Movía mi cadera violentamente para penetrarle la boca casi hasta la garganta. Virginia parecía disfrutar de mi brutalidad manifiesta.

Después de un rato, saqué mi verga de su boca y le acosté boca arriba sobre la cama. Sus pechos se lanzaron adelante porque estaba tan excitada que arqueaba su espalda. Mientras restregaba mi sexo contra el suyo, empapándome de flujo vaginal, me dediqué a lamerle los pechos y chuparle los pezones, llevando mi boca contra un pecho y el otro alternativamente, mientras mis manos estrujaban esas tetas calientes que resbalaban por la saliva que había en ellas.

Una de mis manos se deslizó por su culo para sobarle el ano violentamente. Reaccionó con un estremecimiento.

- "Cógeme ya, no aguanto más ", rogó con la voz grave del deseo.

Con mi mano llevé la punta de mi pene a su raja, buscando la vagina. Al encontrarle, deslicé el glande en su interior, sólo lo suficiente como para estimularle. Lo hice repetidamente, entrando y saliendo. Su vagina se contrajo, oponiéndose a mi penetración, pero sólo porque Virginia contraía sus músculos para sentir más placer.
Mientras le penetraba, el flujo mojaba mi pene escurriéndose a las sábanas.

Deslicé toda la cabeza de mi polla en su interior. En esa primer penetración de la cabeza, me quedé quieto unos segundos para poder sentir como los músculos de su interior se contraían por la excitación. Retiré mi pene para que el glande saliera por completo y comencé a entrar y salir nuevamente, pero ahora penetrándole un poco más profundo

Deslizaba suavemente por su interior, sintiéndole caliente y lubricada. Después de varias veces, acomodé mi cuerpo y le penetré profundamente, llegando bien adentro de su vagina. Podía sentir la suavidad de su sexo acariciando mi polla mientras sus manos se deslizaban por mi espalda y sus piernas me rodeaban. Mis movimientos se hicieron más enérgicos, y deslizaba mi pene hacia afuera para volver a penetrarle con embestidas profundas, entrando y saliendo por completo. Nuestras caderas chocaban con violencia.

Sus manos estrujaban mi piel mientras sus gemidos sonaban en mis oídos. Sus pezones rozaban mi pecho y sus brazos me rodeaban apretándome fuertemente contra su cuerpo. En cada embestida, Virginia preparaba su cuerpo acomodando su cadera para que yo pudiera llegar profundamente dentro de su cuerpo.
Al cabo de un rato, me grita enérgicamente:

- "¡ Dame por el culo !"

Obedecí poniéndole en cuatro patas. Apoyé sus rodillas en la cama y lubriqué con saliva su ano. Metí la polla lentamente. Pude sentir como el interior de su culo estaba caliente. Avanzaba lento para no provocar dolor. Cuando entró toda la cabeza de mi pene, le tomé de las caderas y le clavé la polla hasta el fondo penetrándole el culo fuerte y duro. Pareció disfrutarlo con placer.

- " ¡ Así ! ¡ Más fuerte !", gritaba Virginia.

Con sus manos me tomó por las caderas y me atrajo fuerte para darme a entender que lo quería más rápido. Así lo hice. Mis embestidas se hicieron tan fuertes que se tomó de la cabecera de la cama para evitar que su cabeza chocara contra la pared. Gemía fuerte con bramidos que mezclaban dolor y placer. En un momento arqueó nuevamente su espalda mientras hacía que le penetrara profundamente. Luego de unos momentos, con sus manos me impulsó violentamente hacia atrás y tomando mi pene, que estaba duro como roca, lo apuntó nuevamente a la vagina, haciendo que le penetrara por ella nuevamente.

- " ¡ Dame más fuerte ! ", gritó mirándome directamente a los ojos.

Comencé a entrar y salir nuevamente. Pude sentir cómo se volvió a correr chillando en medio de movimientos violentos por la contracción involuntaria de su cuerpo.

- "¡ Lléname de leche !", gritaba excitada Virginia mientras le bombeaba con todas mis fuerzas.

Seguí una y otra vez fuerte, sin cansarme. Esperé hasta que una nueva contracción de su cuerpo me indicó su tercera corrida de la noche. Mientras su espalda se arqueaba sin control, emitía un bramido mientras mis testículos escurrían el flujo que salía de su coño. Vigoricé aún más mis movimientos, ahora para terminar de correrme dentro suyo. Embestí fuerte y le tomé por las caderas para atraerle y penetrar violentamente. Sentía sus gritos de placer cuando sentí como mi semen le llenaba a borbotones.

Mi mente pareció explotar. Me quedé en su interior unos momentos para luego retirar mi polla suavemente. Un chorro de semen salió de su vagina, corriendo por los muslos de Virginia.

Exhaustos, nos tiramos en la cama uno junto al otro. Virginia, sonriendo, se acercó a mi cuerpo desnudo, para darme un largo beso.
Me confesó que le dolía el culo y que su vagina estaba irritada por la excelente follada.
No me extrañaba nada. Mi polla había comenzado a dolerme.


 

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