domingo, 26 de mayo de 2013

Insatisfecha


















Insatisfecha

Era noche de viernes y Adriana se estaba durmiendo en el sillón.

Se despertó cuando una tanda de propaganda pareció aumentar al volumen de la tv.
Estaba comenzando a sentirse frustrada y enojada nuevamente con Alfredo, su marido.
Ya al iniciar la mañana, había despertado con ganas de follar. Se lo había insinuado a su esposo, pero como últimamente sucedía, él había eludido el tema.

Las excusas habían empezado a ser repetitivas: que la falta de tiempo, que el exceso de trabajo, que no se sentía bien. Últimamente las sesiones de sexo se habían degradado. Lo estaban haciendo una vez por mes y ni siquiera se podía decir que fueran buenas sesiones.
Apenas un poco de juego previo y Alfredo terminaba rápidamente, casi sin estimularla.

Como tenía más tiempo en las mañanas que su pareja, solía esperar a quedarse sola y antes de levantarse, aprovechaba el vibrador para iniciar bien el día. Luego de masturbarse, se daba una ducha y un poco más apaciguada, trataba de enfrascarse en el trabajo.

Sinceramente estaba en una situación en la que no sabía cómo salir. Prácticamente estaba comenzando a obsesionarse con el sexo. Discretamente, en el trabajo solía mirar a algunos compañeros y se preguntaba cómo serían en la cama. De qué forma estimulaban a sus parejas... si tenían sexo oral... cómo usaban sus lenguas... en fin... a veces sus pensamientos parecían tener vida propia y en lo que  a ella le concernía, estaba deseosa cada vez más de sentir una buena verga dentro de sí....

Esta noche no era distinta. Sola, esperando el regreso de Alfredo para intentar hacer el amor por enésima vez, había estado jugando con el control remoto hasta llegar a uno de los canales eróticos, deteniéndose a ver una peli de sexo crudo.

Usualmente no les prestaba mucha atención a ese tipo de películas, sobre todo porque no le veía mucha utilidad. En ella no solía funcionar la estimulación visual. Pero desde hacía unos meses, su situación había cambiado. Hoy estaba especialmente excitada y al ver la película, le había gustado el aspecto del protagonista. Su físico no era muy espectacular, como el típico actor porno. Los actores tenían un aspecto más "normal" que otras cintas y eso le había llamado la atención.

En medio de un encuentro sexual, había quedado prendada de las imágenes al punto de que sentía una serie de sensaciones viscerales que le recorrían por dentro del estómago, y de a poco el deseo le había invadido. Había aprovechado las imágenes para tocarse la humedecida vagina con la intención de jugar un par de minutos con su clítoris.

Ahora veía una polla enorme mientras su cuerpo empezó a reaccionar con calentura y con picores en su entrepierna. Sin levantarse del sillón, disminuyó las luces del living con el control remoto y sin quitarse la bata, le abrió dejando entrever su abdomen y la línea de sus muslos. Estaba semi recostada, con la bata abierta y su mano derecha explorando el coño por debajo de la bombacha. Comenzó a masturbarse rítmicamente mientras una oleada de calor le inundó el rostro. Abría y cerraba las piernas siguiendo el movimiento experto de sus propios dedos, que recorría el clítoris que ahora estaba endurecido y mojado con un líquido viscoso.

Adriana empezó a mojar sus dedos mientras sus fluidos recorrían los pliegues de su sexo y el culo y terminaban derramándose en la bata, dejando un rastro de mucus espeso. Miraba fijamente a uno de los protagonistas, del que le había gustado el cuerpo y le fascinaba el culo que se endurecía en cada embestida que daba para penetrar a la golfa que se le entregaba en la película. Por un momento dejó que su imaginación le llevara a volar y se imaginó a sí misma cogiendo ferozmente con un compañero sexual que le llevara a volar en esas nuevas experiencias que secretamente estaba deseando tener.

Se imaginó a sí misma dejándose penetrar por algún desconocido que le follara sólo por puro placer. El sentirse en una situación así, en la que se dejara clavar por una polla por el sólo hecho de experimentar placer no hizo más que alimentar aún más el morbo de la situación. Adriana se imaginó a sí misma como una puta cualquiera y era tal su excitación que saberse gozada por un desconocido que le pagara por sus servicios le hizo experimentar en su mente una mezcla nueva de sensaciones que terminaron de hacer estallar su cerebro mientras un chorro de líquido fue expulsado por su vagina y terminó mojando sus dedos. La bata quedó empapada y parte del líquido se traspasó al sillón. Poco lo importó. Acababa de experimentar unos de los orgasmos más excitantes de su vida.

Consciente de que los juegos mentales le habían hecho experimentar una de las sesiones de sexo más erotizantes de las que había experimentado desde hacía mucho, se entusiasmó con la idea de jugar mentalmente en el próximo encuentro con su marido.

Subió sus pies en un sillón próximo mientras su mano se retiró y colocó sus dedos para seguir explorando su coño, pero ahora por encima de la tela. Hurgó su raja tocando toda la extensión de su sexo y notó que la vedettina está completamente mojada. Esparció el líquido pegajoso por los labios mayores y los pliegues de su sexo con los muslos mientras sentía la sensación viscosa y caliente del líquido sobre su piel. El olor de su sexo llegó a su nariz y no pudo dejar de escapar un gemido de perra en celo.

Volvió a excitarse nuevamente y consciente de su necesidad de experimentar una buena penetración, hizo a un lado su ropa interior y ahora decidió penetrarse la vagina con un par de dedos.

Esta vez la paja fue más intensa. Cerró los ojos sin dejar de gemir y como una cachonda perdida un par de hilos de baba salieron por la comisura de sus labios mientras su lengua relamía los labios. Tenía dos dedos muy dentro del chocho y con los otros, cada vez que se penetraba bien profundo, buscaba la línea del culo para terminar de estimularse el ano.

En una oleada de excitación, abrió todo lo que pudo sus piernas mientras sus dedos entraban y salían sin parar. Estaban muy mojados y resbalosos por la cantidad de flujo que le salía.
Adriana dejó volar su imaginación mientras se imaginaba una feroz penetración del actor porno que estaba mirando y sin dudarlo ni por un momento, penetró su chocho con dos dedos de su mano izquierda y el dedo medio de su mano derecha, totalmente lubricado por sus líquidos vaginales, le penetró el culo bien profundamente. Lo siguió moviendo y un par de gemidos fuertes y graves se escaparon de su boca mientras sentía esa doble penetración y experimentaba la sensación de su propio dedo por el culo, que se movía con vida propia y le estimulaba por dentro. En ese momento Adriana hubiera querido una buena verga que le penetrara profundamente por el ano,

Cada vez se movía más y más fuerte y alocadamente. Decía frases obscenas a un amante imaginario que le trataba como una puta cualquiera.

Terminó por segunda vez, pero su agitación no hacía otra cosa más que aumentar y con una sensación de vacío visceral, se levantó y fue al baño a mojarse un poco la cara. Necesitaba una polla, algo más que un par de dedos. Quería un pedazo de carne dentro de sí misma. Lamentó su indecisión que nunca le había permitido comprar un vibrador. Buscó con la vista en el baño para ver si encontraba algo que sirviera como consolador. Por unos momentos se detuvo en un frasco de desodorante. Lo tomó y se lo llevó directo al coño, introduciéndolo entre sus labios vaginales. Después de uno o dos intentos, terminó por desecharlo.

Esperaría a Alfredo y se lo cogería bien cogido, quisiera o no. Necesitaba una polla viva, real dentro de sí. Quería experimentar la calidez de la carne y el semen derramándose dentro de su coño.

Esta noche especialmente quería una penetración profunda, así es que esperaría a su marido, que hacía más de un mes que no le tocaba. Esta noche no dejaría que ninguna excusa le impidiera fornicar como una puta.

Volvió al sillón del living y siguió mirando la película triple xxx en donde había podido identificarse con una de las chicas. Adriana tenía 42 años y era delgada. Tenía algo de barriguita y un par de flotadores, pero era algo normal para su edad. Con tres hijos casi adolescentes, su aspecto no era de modelo, claro está, pero sabía que arreglándose adecuadamente, muchos hombres aún se daban vuelta para admirar su figura.

En las últimas semanas, había estado vistiéndose de modo muy atractivo, jugando con la sugestión y sus compañeros de trabajo le habían premiado con varios piropos. Se había deleitado internamente con las insinuaciones que había escuchado a su paso por la calle.

Su mente vagaba por esos pensamientos cuando miró el reloj y un insulto se le escapó por lo bajo. Alfredo le había anticipado de una reunión de último momento con sus amigos, así es que sospechaba que sus planes de sexo se estaban desmoronando de a poco. Había preparado la cena temprano para sus hijos, y a esa altura de la noche, ya hacía un par de horas que estaban durmiendo.

Adriana había aprovechado después de lavar la vajilla para darse un baño. Había subido la calefacción del living y vestía una vedettina negra junto a una bata de baño. No llevaba corpiño. Tenía puestas un par de medias negras altas y cubría sus pies con un par de pantuflas. Nada impresionante, ya lo sabía. Pero había invertido una gran cantidad de su  tiempo depilándose las piernas y recortando el vello de su sexo.

Con cada minuto que pasaba, su frustración iba en aumento. Había perfumado sus muslos en la entrepierna con la esperanza de algo de sexo oral y por si acaso, unas gotas de crema humectante se habían deslizado por su culo. Esta noche tenía muchas ganas de comportarse como una perra con su marido. Eran tantas las ganas que tenía que el sólo pensar en la posibilidad de follar,  habían hecho que algo de flujo manchara su ropa interior. Eso, y la película porno que acababa de terminar.

Frustrada, como casi siempre, estaba por irse a dormir cuando sonó el teléfono. Con un insulto por lo bajo, pensando que podían despertarse los críos, atendió rápidamente preguntándose quién sería.

Sintió la voz masculina que decía

-"Hola...¿Adriana?". Pareció reconocer el timbre de aquella voz
-"Si ella habla... ¿Quién es?". Preguntó intrigada.
-"Soy Daniel, el esposo de Alicia..". Su amiga Alicia estaba en viaje de negocios desde hacía algo así como una semana
-"Ah... ¡Daniel! ¿Que cuentas?"
-"Todo bien, Adri... ¿Te desperté? Disculpa si lo hice"
-"No, está bien... Estaba esperando a Alfredo, que se está demorado de una reunión. ¿Que puedo hacer por tí?"

Daniel siempre fue un buen amigo del matrimonio. Atento y servicial, estaba casado con Alicia, una amiga de muchos años que manejaba cuentas corporativas en una firma de abogados. Alicia viajaba frecuentemente, como ahora.

Daniel le respondió:

-"Mira... de eso se trata. Alfredo está muy pasado de copas. Pensaba llevarle a tu casa porque no puede conducir. El problema es que el auto tendrá que quedarse aquí..."

El enojo se mezcló con la frustración. Tomando un poco de aire para no sonar encabronada, respondió:

-"Huau... no sé qué decir de la vergüenza. Gracias, Daniel"
-"No hay de qué, Adri... Nos vemos en unos minutos ¿Si?"
-"Te espero, claro que sí."

Al colgar, dejó escapar un insulto mientras su frustración contenida desde hacía ya varios meses, hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Otra noche perdida. Otra frustración sexual más en su vida.

Aún enojada, pero resignada, decidió que no se vestiría para recibir a Daniel que traía a su marido borracho. No estaba con ánimo. Simplemente se acomodó la bata y preparó algo de café, pues tendría que esperar una media hora en que llegara el marido de su amiga.

Después de unos treinta minutos, sonó el timbre de la calle. Después de mirar por la mirilla, Adriana abrió la puerta y el cuadro que se le presentó fue bastante más serio del que había pensado.

Ella creía que Alfredo vendría con una par de copas y mareado, pero el cuadro fue desolador. Su marido estaba completamente inconsciente. Ni siquiera podía sostenerse por sus propios medios. Daniel le saludó con una cara que mostraba casi una disculpa. Disculpa que no tenía por qué pedir Daniel, que había hecho más de lo que cualquier otro buen amigo haría.

Después de entrar, Adriana guió a Daniel hasta el dormitorio, pidiendo que hicieran poco ruido. No quería que sus hijos vieran al padre en ese estado. Cuando se estaba encaminando al dormitorio, Daniel le dijo que era mejor que le llevara a la recámara de huéspedes. Le explicó que en esas condiciones, era muy probable que la cosa se pusiera bizarra. Probablemente Alfredo vomitaría una o dos veces. Si quería dormir tranquila, él le acomodaría en otra habitación boca abajo para impedir que se ahogara en su propio vómito.

Después de esos detalles tan horrendos que Daniel le explicó, Adriana les condujo hasta la habitación reservada para la visitas.

Diestramente, Daniel desvistió a su marido, acomodó su cuerpo de tal modo que no pudiera ahogarse y se ofreció a quedarse un par de horas vigilando a Alfredo, hasta asegurarse que el peligro inmediato pasara.

Conmovida por la fidelidad de su amigo, Adriana le agradeció. Después de ayudar a Daniel a acomodar a su esposo en la habitación de huéspedes, le invitó a tomar un café mientras le agradecía su labor.

Daniel sonrió alegremente y clavándole la mirada, le guiñó un ojo, y le dijo amablemente:

-"Mira... ya sabes que prácticamente vivo solo...Alicia casi no para con sus viajes y bueno... no me costaba nada. Era esto o estar solo en mi casa..." Adriana casi sintió pena por la forma de expresarse de Daniel.

En cierto modo, podía entender que Daniel se sintiera solo. A ella le ocurría algo parecido. Durante varios meses Alfredo había descuidado su vida sexual y ahora prácticamente eran extraños.

Sin poder contenerse, se acercó a Daniel y posando su mano sobre el antebrazo del hombre, le dijo:

-"Bueno, vale... Pero sabes que también soy tu amiga. Mientras esté yo no tienes que sentirte solo,,, Vamos a tomar ese café ¿si?"

Sin hacer apenas ruido, para que los chicos de la casa no se despertaran, fueron hasta la cocina. Allí, Adriana preparó un par de tazas de café y comenzaron a charlar. La frustración del ama de casa se había diluido un poco. Con su pelo azabache, largo y recogido con una coleta, se veía estupenda aún en una bata de dormir.

-“Me encanta como te queda el pelo recogido, además estás hoy muy elegante”, dijo Daniel en tono divertido.

Adriana no pudo reprimir una amplia risa y le dijo

- "Así es que ahora soy un ama de casa en ruleros para tí...¿Acaso eso es lo único que te provoca de mí?"
- "Tú me provocas muchas cosas, Adriana. Sólo por ti he traído al pelmazo de tu marido. Si de mí dependiera, le habría dejado dormir la mona en el estacionamiento."

Daniel le tomó la mano mientras le decía eso. Un rubor creciente invadió las mejillas de Adriana, mientras de un reojo vio cómo la mirada intensa de Daniel le recorría todo su cuerpo. La mujer sitió una oleada de calor y pudo darse cuenta cómo su cuerpo reaccionaba a esa intimidad inesperada. Sus pezones se pusieron erectos.

Las defensas de Adriana estaban muy bajas y era tan poca su autoestima en esos momentos que el sentir la atención de un hombre como Daniel sobre ella, no sólo venció sus defensas instantáneamente. Un estremecimiento de deseo contenido recorrió todo su cuerpo.

Estaban muy cerca uno del otro. Adriana sabía que prácticamente debajo de la bata no tenía ropa alguna. Esa sensación de intimidad y cercanía con un hombre que le resultaba atractivo, se convirtió en una mezcla volátil y peligrosa. Ya no podía más. Necesitaba experimentar cariño en esa mezcla profunda que lleva la intimidad de la lujuria y el placer carnal.

Haciendo algo completamente impensado para sí, tomó la mano de Daniel y la deslizó por debajo de la bata. La piel caliente de la mano del hombre se deslizó por su cintura y sintió sus dedos que reaccionaban tomándole del talle. Con un suave empujón, Daniel le atrajo hacia sí y abriendo su bata, le apretó contra su cuerpo mientras le besaba.

Ella se dejó guiar dócilmente, sin decir palabra alguna. Después del beso, se miraron en silencio intensamente. Daniel le dijo:

-"¿Estás segura de lo que vamos a hacer?"

Sin decir palabra, Adriana le tomó de la mano y le guió por los pasillos de la casa hasta la habitación matrimonial. Esa que ahora estaba vacía porque Alfredo dormía la borrachera en la habitación de huéspedes.

Entrados en la habitación, Adriana cerró la puerta y puso la llave, porque no quería ser encontrada por sus hijos en los brazos de otro hombre que no fuera su padre. Adriana se quitó la bata y dejó su cuerpo casi desnudo a la vista de Daniel. Se quitó la bombacha, intensamente manchada de flujo, quedando vestida solamente por las medias negras. Cuando estaba por tirar la vedettina sobre la cama, Daniel tomó la prenda con sus manos y le llevó a su cara. Aspirando profundamente, dejó que Adriana le viera cómo disfrutaba el perfume de su coño. La lengua de Daniel lamió la prenda empapada con sus fluidos. Un estremecimiento de placer recorrió la raja de Adriana.

La habitación tenía las luces apagadas, pero la claridad que venía de la calle, permitía ver su cuerpo desnudo iluminado mortecina y sensualmente.

Daniel terminó de desvestirse. Al intentar llevar a la mujer a la cama, Adriana se dio cuenta que necesitaba orinar. Afortunadamente el baño estaba en suite. No tendría necesidad de salir de la habitación. Le dijo a Daniel que iría a orinar. Con placer perverso, dejó abierta la puerta del baño y se sentó en la taza del inodoro, dejando que el hombre le viera mientras soltaba una meada profusa. Adriana tenía la mente en blanco. Muy excitada, dejó que el orín se escurriera de su raja. Cuando terminó, se levantó sin secarse y con una sensación de perversa satisfacción, fue junto a Daniel que estaba desnudo y de pie junto a la cama. Había observado todo el proceso.

Adriana llegó junto a él. Notó su pene erecto y listo para penetrarla. Muy cerca del hombre, le dijo:

-"Estoy lista para ti. Mi chocho está empapado de orín"

Daniel no dijo nada. Le recostó contra la cama dejándole boca arriba y abriendo los muslos con las manos, sumergió la boca en el coño de Adriana, que notó con un estremecimiento de placer cómo la lengua del hombre le abría los labios menores y lamía la mezcla de orín y fluidos que Adriana tenía dentro de su sexo.

Con una mano tomaba la cabeza del hombre para frotarse contra la boca de Daniel. Podía sentir cómo su saliva se mezclaba con los líquidos de su sexo y esa mezcla caliente y viscosa se extendía por toda su entrepierna y muslos.

El hombre succionaba expertamente su coño, haciendo presión primero sobre su clítoris y luego sobre sus labios mayores. Adriana sentía una sensación cálida y placentera que se extendía por su sexo cada vez que el hombre usaba su boca como si fuera una bomba de vacío. Las estimulaciones se hacían intensas y variadas. Con cada oleada de placer sentía como su coño escurría flujo, que era atrapado por la hábil boca de su amante. Podía sentir cómo Daniel gemía disfrutando mientras succionaba todo el líquido que salía de ella. Dejó escapar a propósito un chorro de orín que fue directamente a la boca de Daniel. Lejos de molestarse, el hombre reaccionó con movimientos más sensuales. Adriana sintió el pis caliente que se escurría siguiendo los cachetes de sus nalgas, llegando a las sábanas.

Después de un rato, Daniel se subió a la cama, colocando su cuerpo al lado de Adriana. Tomó una de las manos de la mujer y le llevó hasta la polla, haciendo que la mujer la tomara y mostrándole gráficamente que deseaba ser masturbado. Adriana empezó a jalar esa polla gruesa y cabezona mientras el hombre incrementaba su placer acompañando con movimientos de vaivén la masturbación que la mujer le estaba haciendo.

Daniel comenzó a masajear su clítoris endurecido con la mano izquierda mientras la mujer sentía como olas de estremecimiento invadían su sexo y se extendían calientes y electrizantes por el resto de su cuerpo. Era la primera vez que le ponía los cuernos a su marido, pero a decir verdad, poco le importaba en esos momentos. Adriana se dejaba llevar por las sensaciones que le invadían visceralmente.

Daniel Le besó profundamente, metiendo toda su lengua en la boca. El olor de su propio sexo, mezclado con la saliva caliente del hombre, hizo que experimentara un conjunto de sensaciones erotizantes y libidinosamente lujuriosas. Sólo deseaba sentir el placer de ser amada nuevamente y eso era exactamente lo que estaba sintiendo junto a Daniel.

Adriana hizo que el hombre se recostara boca arriba. Se montó sobre el hombre poniendo su vulva sobre la cara de Daniel, preparándose para un 69. Inmediatamente el hombre comenzó a comerle el coño de nuevo, rodeando con sus brazos los muslos y el culo de Adriana, para atraerlo contra su boca. Adriana siguió calentando aún más la situación se inclinó y comió la polla hinchada de Daniel metiéndosela por completo en la boca. El hombre reaccionó tomando la cabeza de la mujer por los costados mientras bombeaba su miembro haciendo entrar y salir la picha hasta el fondo.

Adriana disfrutaba con sumo placer. Siempre había anhelado estar lo suficientemente libre en la cama como para tener sexo sin inhibiciones, algo que su marido nunca había compartido. Ahora se daba cuenta que no sólo la falta de sexo le había afectado durante los últimos meses, sino también la represión sexual y el exceso de inhibiciones que ahora eran parte del pasado. Se daba cuenta que Daniel le estaba abriendo un mundo nuevo de sensaciones y que él mismo, al experimentar esa sensación de soledad por los viajes de su esposa, estaba compartiendo el mismo entusiasmo de haber encontrado alguien con quien compartir sus necesidades.

Adriana sintió un estremecimiento involuntario que acompañó a su orgasmo mientras un chorro de fluido salía por su vagina. Coincidió con la eyaculación de Daniel dentro de su boca. Nunca había probado el sabor del semen. Daniel era el primer hombre que terminaba en su boca. No pudo definir mucho el sabor porque prácticamente Daniel eyaculó muy profundo en su garganta. Tragó con placer el semen de su amante y una oleada de lujuria le invadió por completo en su cerebro, a tal punto que se sintió más estimulada para seguir.

Terminaron el 69 y Adriana le preguntó a su amante si necesitaba descansar. Normalmente su esposo necesitaba entre una hora o dos para recuperarse de una eyaculación antes de continuar, por lo que aprovechaba a tomar una siesta en los casos extraordinarios de sesiones con múltiples penetraciones. Daniel le dijo que continuaran, que estaba muy excitado y podía seguir adelante.

Adriana se recostó de costado, dándole a entender a Daniel que quería ser penetrada por detrás, en la variante del perrito. Esa pose le gustaba mucho a Adriana porque la verga le llegaba muy profunda. La polla de Daniel era muy gruesa, bastante más que la de su marido y extremadamente cabezona. Quería sentirla bien adentro.

Daniel se acercó al culo de la mujer y con sus manos guió la cabezona polla hasta el orificio de la vagina. Sin ningún tipo de miramiento, le penetró fuerte y duro, tomando sus caderas con las manos para llevar la verga dentro de su vagina tanto como fuera posible. Una mezcla de dolor y placer estalló en el cerebro de Adriana y un gemido ronco e intenso escapó de su garganta. Le gritó:

-"Fuerte! Así!"

Sin miramientos, Daniel clavó una y otra vez la polla dentro de Adriana. Acomodaba su cadera de tal modo que llegaba bien profundo una y otra vez. Con cada embestida, Adriana contraía sus músculos perineales para gozar más intensamente la cabeza de esa polla agresiva que le atravesaba una y otra vez. Incansablemente, el hombre le embestía fuerte y sin miramientos. En algunas embestidas, le abría las nalgas para poder entrar más profundo. La mayor parte de las veces Daniel no sólo le penetraba por su vagina, sino que sus manos le estimulaban el clítoris, que estaba muy hinchado. Parecía un tubo cilíndrico largo, muy lubricado que estaba a punto de estallar. Daniel le acariciaba siguiendo sus líneas de arriba a abajo y solía detenerse en el capuchón, allí donde los labios menores se fundían. Cada tanto el hombre llenaba de saliva sus dedos para mejorar la lubricación y el frotamiento.

-"Quieres que termine fuera?" Preguntó Daniel unos momentos antes de terminar.
-"Hazlo adentro... quiero tu leche dentro de mí!" Le respondió Adriana.

El hombre redobló esfuerzos en las últimas embestidas, llegando a penetrar la vagina de la mujer con una fuerza y un vigor intensos que hacían escapar de Adriana gritos de placer que coincidían con las embestidas y las contracciones perineales de la amante.

El primer chorro de semen llegó justo en el momento de máxima penetración. Adriana sintió el líquido caliente llegar a su cuello uterino y la sensación de lujuria que sintió en ese momento terminó de nublar su mente. Daniel siguió entrando fuertemente tres o cuatro veces más mientras inundaba la vagina de su leche blanca y caliente. Adriana le pidió que se quedara dentro de ella por unos momentos antes de salir.

Daniel esperó algunos minutos hasta que la erección aflojó y terminó saliendo de su interior.
Exhaustos, ambos cuerpos terminaron tendidos uno al lado del otro. Después de algunos minutos de reposo, Daniel comenzó a vestirse. Adriana ya estaba entusiasmada haciendo planes para encontrarse el sábado a la tarde. Daniel le respondió que podrían decir que iban a ejercitarse al parque.

Algo le decía a Adriana que a partir de ese día, la soledad había quedado atrás.

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