jueves, 20 de diciembre de 2012

La cabaña
























La cabaña

Hoy te llevo a mi cabaña de troncos, construída en un pueblo muy pequeño, entre las montañas.

El pueblo tiene sólo una plaza. Por la noche los aldeanos salen a caminar alrededor de ella, mientras los artesanos adornan los rincones con sus mercaderías y farolas, iluminando la explanada y los caminos que se llenan de paseantes.

Me gusta la tranquilidad en ese ambiente, en donde el ritmo calmado y tranquilizador hace detener los convulsionados ritmos de los citadinos como yo.

En estos pueblos, todos se conocen entre sí de un modo u otro. Todos me conocen o al menos saben que soy de la ciudad, pero en esa discreción tan típica de la montaña, nadie se apresura a interrogarme sino que se toman el tiempo para conocerme.

La gente sencilla te saluda como si fueras un amigo de toda la vida, conversando y compartiendo esa amabiliad genuina que la ciudad ha perdido. Me gusta ese pueblo porque ir allí es como recluirse protegiéndose del mundo.

Después de prepararte tu plato preferido y cenar en la tranquiliad del silencio nocturno, nos sentamos en la alfombra, cerca de la chimenea.

Ha refrescado desde las primeras horas de la noche. Al calor de las llamas, te beso largamente, saboreando tu boca y acariciando tus negros cabellos.

Te desnudo lentamente mientras sientes el calor de hogar y el crepitar del fuego se confunde con el silencio de la habitación.

Recuesto tu hermoso cuerpo sobre la alfombra, recorriendo lentamente cada centímetro de tu piel, resbalando mis labios sobre tí en una caricia íntima que me permite sentir el olor natural de tu piel en mis pulmones.

Me detengo por mucho tiempo sobre tu vientre cálido y suave, besando la suave curva del bajo vientre mientras acaricio tu cuerpo con la punta de mis dedos.

Subo lentamente mi rostro, buscando besar tus pechos mientras tus piernas se abren para ofrecerme la suave intimidad de tu sexo.

Te beso en la boca mientras tus manos recorren mis espaldas desnudas. MI pene acaricia suavemente tu coño, deteniéndose en la proximidad de tu vagina.

La cabeza de mi polla recorre la extensión de tu interior, mojándonos lentamente hasta notar que con la excitación te lubricas mientras tu cadera sigue los movimientos de mi sexo.

Con mis dedos tomo tu flujo y pruebo con mi lengua el sabor dulce que emana de tu cuerpo. En una llamarada que inunda mis pensamientos identifico tu olor en mi cerebro. No puedo evitar un estremecimiento de mi cuerpo que se estrecha contra el tuyo.

Después de acariciarnos por unos momentos, te penetro lentamente, sintiendo como la resistencia inicial de tu vagina termina por ceder mientras se abre generosamente ante el avance de mi polla.

Acomodo mi cuerpo junto al tuyo llegando profundamente dentro de tí.

Hoy quiero ofrecerte mi amor y mi ternura en esa noche, amada mía. Quiero que sientas mis gemidos en tus oídos mientras te disfruto amándote a la luz de la crepitante hoguera.

Siento como estrechas tu cuerpo desnudo contra el mío mientras susurrando repites mi nombre.

Siento que me clavas las uñas y me doy cuenta que dejarás moretones en mi cuerpo. En medio de la ternura de nuestras caricias, el ardor se mezcla con la lujuria de nuestros movimientos.

Nuestros cuerpos danzan coordinándose al ritmo del goce de nuestros sentimientos.

Me masturbas mientras mi lengua acaricia lentamente tu sexo.

Terminamos entrelazando nuestras caderas y cuando te penetro nuevamente, nuestras caderas se mueven para sentirnos más intensamente.

Dormimos junto al calor del hogar, entre las frazadas. No dejo de mirar tu negra melena, recorriendo con mis ojos los perfiles de tu frente, de tus labios y de tus ojos.


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