miércoles, 31 de octubre de 2012

Un asunto de cuidado



















Un Asunto de cuidado

[Sinopsis] -------------------------------
Cuento largo con escenas de sexualidad. Se desarrolla en cuatro capitulos.
Una historia de intriga y revancha que involucra a Sofía y su esposo, Raúl.

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Cuadro 1: Un asunto de cuidado

Sofia estaba a punto de largarse. Se encontraba mirando distraídamente el ticket mientras aguardaba en la cola para validarlo y abordar el avión.

El gentío del aeropuerto era terriblemente denso. Había un murmullo de fondo producto del bullicio de la gente. Sus pensamientos estaban tan dispersos que se le hacía fácil cortar el hilo de sus pensamientos. La excitación de todo lo vivido en las últimas horas le había invadido con un sentimiento de euforia.

Siempre le habían gustado los aeropuertos. Solía atribuirlo a sus ganas de dejar todo atrás, que en realidad eran sueños de liberación, que le habían invadido en los últimos meses o años. Bueno, en realidad poco importaba ahora, con un mohín dejó de pensar en eso. De nada valía analizarlo porque lo cierto es que después de algunos minutos más, se habría salido con la suya.

La mañana estaba promediando y los ventanales dejaban pasar los rayos de sol, irradiando alegremente el salón. Podía sentir sobre la piel de sus brazos la cálida sensación de calor que en esa mañana fría, no era otra cosa que una bendición más.

Después de presentar el pasaje y entregar la maleta, tendría tiempo como para tomar un último café. Se le antojó agregarle un par de donas, ya que ahora no tendría que seguir preocupándose por la rigurosa dieta que estaba siguiendo desde hacía un par de años.

¡ Vaya... un par de años !, pensó detenidamente. El problema se había dilatado más de lo que habría imaginado nunca.

Hasta ayer, el destino parecía ineludible, tanto así que el universo mismo se revolvía dentro de su cabeza. Desde hacía varios meses, su vida se había convertido en una crucifixión atormentada. Sin metas, y dependiendo totalmente de Raúl, su marido, se había sumergido lentamente en una rutina viciosa, propia de una mujer trofeo. No podía decirse de otro modo: había sido su propia culpa. Después de varios años de casada, los maltratos repetidos y el velado menosprecio que su marido le mostraba a diario, hacían de su matrimonio un calvario tormentoso.

Durante años había soportado estoicamente sus aventuras, que año a año se hacían más y más evidentes. Después de mucho meditar, se había decidido a pagarle con la misma moneda, pero sabía bien que algunos de sus amantes habían pagado muy caro el acostarse con ella. Ella también, por supuesto. A menudo las golpizas que su marido le profesaba le obligaban a recluirse hasta por un mes. Lo suficiente como para que desaparecieran los moretones de la cara. Raúl era un tipo de cuidado. Vaya si lo sabía.

Sofía era contadora. Al recibirse, había tenido suficiente tiempo como para comenzar una fructífera carrera. Después de unos años de ejercer exitosamente su profesión, había conocido a un cliente encumbrado, de grán exito profesional, que no era otro que Raúl. Dueño de un negocio de cambio de divisas y prestamista, su futuro esposo había recurrido a su estudio para blanquear la gran cantidad de dinero que había acumulado. Como prestamista, había amasado una gran fortuna y si bien el negocio de divisas legalizaba en parte sus ingresos, necesitaba evitar las miradas indiscretas del fisco.

Después de algunos meses, habían terminado de intimar, y lo que había comenzado como un flirt inocente con algo de sexo, había decantado en una relación que a la postre, había terminado en matrimonio.

En su momento, parecía una buena idea. El buen pasar, los viajes, la ropa, el confort le habían tentado. Pero los vaivenes de la relación, el carácter violento e inmisericorde de Raúl, habían terminado por aflorar pasados los primeros años. Sofía había dejado de trabajar y se había dedicado a gastar gran parte de la fortuna de su esposo. De eso ya hacía unos siete años. ¡ Como pasa el tiempo ! pensó en medio de un momento de reflexión.

Se había dejado deslumbrar por la fortuna, el exceso y las veleidades del poder que formaban parte de la vida cotidiana de Raúl. Ahora era consciente de estar inmersa en una telaraña que le impedía respirar la añorada libertad que de soltera había tenido.

¿Cuándo comenzó toda esta aventura? No podía precisarlo con exactitud, pero sí pudo recordar la noche que inocentemente buscaba la tarjeta de crédito de su marido. En el bolsillo interno de su saco, encontró lo que sería la prueba más evidente de que no todo era lo que parecía en el jardín del edén. Había encontrado una foto suya, con un círculo rodeándole la cara, y en el dorso, escrito con letra de su marido, el número de matrícula de su auto y su celular. Un nombre que decía claramente "Martín" acompañaba a esos datos personales.

Al principio no le encontró sentido, hasta que recordó al tal Martín.

Le había visto en un par de ocasiones, pero ciertamente nunca habían intercambiado mucho más que el saludo de rigor. Delgado y de buen porte, llamaba la atención por el  aspecto sombrío y el aura intimidante que le rodeaba. Era uno de los socios de Raúl. En sus infrecuentes visitas, no recordaba haberle visto sonreír. Y ahora que lo pensaba, su esposo le recibía en su despacho. En más de una ocasión había sentido cómo las voces se alzaban al discutir, pero Raúl siempre le había dicho que eran simples asuntos de negocios.

No tenía ninguna idea de porqué una foto suya le tenía como destinatario, pero una sirena comenzó a sonarle en la cabeza. Sofía no era una tonta descerebrada, todo lo contrario. Su marido había enviudado hacía unos diez años en circunstancias que nunca había tenido del todo claras. Invariablemente cuando preguntaba a Raúl al respecto, la respuesta siempre era evasiva. Según él, el dolor por la pérdida desafortunada de su anterior esposa siempre le acompañaba y se negaba a tratar el asunto.

Lo único que sabía al respecto, era que había fallecido en medio de un robo que nunca fue esclarecido. Ahora que lo pensaba, Martín siempre aparecía cuando Raúl tenía problemas. Sofía ignoraba casi todo de este personaje, pero algo era evidente: no era una persona que perdiera el tiempo. Cada visita de Martín era considerada de alta importancia. Su esposo dejaba todo de lado para atenderle. Es cierto que su casa parecía un club campestre por el ir y venir constante de contactos, socios y amigos... pero Martín no compartía socialmente nada con Raúl. Llegaba acompañado por lo que pensaba era un guardaespalda de aspecto tan sombrío y callado como su jefe.

Sofía se inquietó por lo raro de esa situación. Dejó la foto en su lugar como si no la hubiera tocado, y se prometió no preguntar nada al respecto.

Empezó a atar algunos cabos sueltos. Ultimamente su marido tenía un ataque de reuniones nocturnas, cenas imprevistas y viajes relámpago. ¿No sería que......? Mmm... el pensamiento le estremeció. Buscó los resúmenes de las tarjetas para ver las compras recientes. Después de un par de llamados, se dio cuenta que sus sospechas eran ciertas.

Sin dejarse ganar por la ira, comenzó a tejer lo más parecido que tenía a un plan de acción.

Ahora Raúl estaba en uno de sus tantos viajes. Sofía aprovechó el día siguiente para invitar a la secretaria de su marido a almorzar. Se llevaba bien con ella. Era una chica dulce y atenta. En otras ocasiones habían comido juntas, por lo que su plan no despertaría sospechas.

Después del almuerzo, todo había salido a pedir de boca. Hábilmente había guiado la conversación para averiguar lo que necesitaba. Todo indicaba que Martín no sólo era  uno de los socios más importantes. Hacía el trabajo sucio de convencer a los incobrables. También investigaba a los clientes sobre las cosas que no figuran en un informe financiero, incluyendo datos policiales, asociaciones y conexiones con el mundo de la mafia y el narcotráfico.

La dulce secretaria de Raúl le había confiado algunos secretos sobre el pasado del tal Martín. De origen más bien pobre, había iniciado como prestamista y a fuerza de romper alguna que otra cabeza, había amasado una incipiente fortuna. En ese punto se había conocido con Raúl. Solía ocuparse de los casos..."difíciles"... por así decirlo. Y un dato muy importante para ella: era un gran mujeriego. La chica no podía decirlo por si misma, pero si bien era un galán con las mujeres, había mostrado signos de ser violento en lo que respecta a los negocios. Perfecto.

Después del almuerzo comenzó a trabajar en sus ideas. Si no entendía mal, Sofía se había convertido en un "caso difícil" para Raúl. O posiblemente en un estorbo. Lo más seguro es que Martín le tuviera bajo vigilancia y muy probablemente estaba al tanto de sus propios amoríos. Ahora se arrepentía de no haber sido más discreta. Su actitud de despecho despreocupado finalmente se había vuelto en su contra.

En los próximos días, trazaría un cuidadoso plan.

















Cuadro 2: La conquista

En los días siguientes, Sofía se dedicó a visitar asiduamente a su "querido" esposo.  Hizo todo lo necesario para coincidir en los momentos en que Martín estuviera por allí. Advertida ya de la situación, había reconocido el vehículo con el que el mafioso le seguía siguiendo las órdenes de su marido.

Poco a poco se había mostrado generosa al dejarse ver tras los ventanales de la casa. Había notado que usaba una cámara potente y por eso quiso ofrecerle las mejores poses para que admirara sus encantos. Cuidadosamente, buscaba su mejor lencería para cambiarse ante el ojo atento de su espía personal. Quitarse el sostén, usar vedettinas, salir de la ducha. Secarse bajo la atenta mirada del hombre, se convirtieron en acciones que le llevaron a un juego sensual que empezó a excitarle. Hasta llegó a masturbarse para deleite del mirón afortunado.

Había que preparar todo para establecer un vínculo con su cuidador. Y debía hacerlo rápidamente si quería tener éxito. No había forma de saber cuánto tiempo tenía. Averiguó los horarios habituales del socio y comenzó a frecuentar la oficina. La excusa era buscar a Raúl justamente cuando no estuviera, y lograr de algún modo que Martín le diera algo de atención. Después de forzar un encuentro casual, y luego del asombro inicial de Martín, habló de su necesidad de buscar asesoramiento para invertir algo de capital. Sofía cuidó muy bien de mencionar que Raúl estaba demasiado ocupado como para darle algo de atención a sus pequeños ahorros.

Galantemente, Martín se ofreció a explicarle diferentes opciones de inversión dentro de la misma empresa. Así comenzó su relación social.

Después de tres o cuatro reuniones, el socio se había vuelto bastante agradable en cuanto al trato. Hábil y galán, era también bastante apuesto. Se mantenía en buena forma. Con el paso de los días y las coincidencias forzadas, sutilmente Sofía había pasado de conversaciones financieras a temas menos profesionales. Seguramente Martín estaba agradeciendo su buena suerte al tener que vigilarla tan de cerca, teniendo en cuenta el encargo de Raúl.

Según lo veía Sofía, tener tan cerca al investigador le ponía justamente bajo sus dominios. Allí... donde mejor sabía ella jugar.

En un juego de seducción sutil que requirió de todas sus habilidades y discreción, fue logrando poco a poco lo que tanto necesitaba: que el socio-investigador de su esposo bajara la guardia y se dejara llevar por sus encantos, que no eran pocos.

Si algo sabía justamente, era manipular a su antojo el viejo juego de la seducción.

Si no era un café, era un almuerzo imprevisto, o una pequeña reunión antes de la cena. Lo cierto es que había movido los hilos lo suficientemente bien. Tanto como para llegar al intercambio de mensajes secretos, amigables y hasta de doble sentido. Martín era casado y por ese motivo también agradecía la discreción. No sólo por simple cuestión familiar, sino que en cierto modo, se encontraba inquieto por esta nueva proximidad a la esposa de su socio. Y por la evidente atracción que él comenzaba a pensar que era mutua.

Sofía le había tranquilizado con su actitud cauta. Y había terminado llevándole por el camino más sencillo. Siempre la excusa era evitar malos entendidos. Habían acordado que todas sus reuniones serían de carácter financiero. Y que la consultoría de Martín, tenía el único objeto de ayudarle con sus ahorros personales.

Si bien esto habia sido cierto al principio, la verdad era que sus encuentros estaban ahora enfocados en cuestiones mas...insinuantemente carnales. Una transparencia en el momento preciso, un botón mal abrochado, un acercamiento estratégico, se habían convertido en las armas más precisas para llevarle a su inocente interlocutor, allí en donde le quería para su cometido final. No es que a ella le resultara difícil. Martín era agradable y sumamente atractivo.

Cuando Sofía consideró que la amistad estaba en su punto justo, recorrió la ciudad buscando un restaurant que sirviera a sus propósitos. Tuvo que visitar muchos lugares. Algunos exclusivos, otros de menor nivel, pero de un modo u otro, la operación de encontrar lo que necesitaba se volvió exasperantemente difícil.

Maldiciendo la tendencia actual de decoración, ya Sofía se estaba resignando a trazar otro plan, cuando dio con un pequeño restaurant italiano en un rincón alejado de la ciudad. La ambientación a media luz que sumergía a los comensales en una semipenumbra, el toque personal de velas como centro de mesas, las plantas de interiores que permitían a los enamorados esconderse de miradas indiscretas. Y sobre todo, las mesas con asientos tipo sofá circulares, que terminaban rodeando casi por completo las mesas. Parecía una postal de los años '60 en una película romántica. Los manteles casi llegaban al piso.

Perfecto, pensó con el corazón latiendo fuertemente. Identificó la mesa que más le convenía a sus planes y se aseguró de que aceptaran reservaciones. Alegremente, se sentó en la mesa elegida y pidió un café y un par de masas para acompañar. Debería esperar algunos días para el siguiente paso.

Esperó a que Raúl inventara nuevamente un nuevo viaje de "negocios". Claro. Ella había forzado la situación al negarle por unos diez días el sexo que tanto le gustaba disfrutar al bastardo. Habia inventado un problema ginecológico. Sin aguantar más, su esposo le confirmó que estaría ausente "por negocios" durante unos cinco días. Más que suficente para lo que había planeado.

A la mañana siguiente, después de despedirlo en el aeropuerto, llamó directamente a Martín para ver si esa noche estaba disponible para cenar. Inventó una nueva herencia pequeña de una tía que quería invertir. Martín accedió alegremente.

Al colgar, reservó la mesa en el pequeño restaurant.

Después de dejar el teléfono, volvió a llamar para reservar otra mesa, que estaba enfrente de la preferida. Trató así de asegurarse, porque quería estar a salvo de mirones indiscretos.

Habían quedado en encontrarse en el interior de una galería comercial. Martín se sentía un poco más libre ante el viaje de Raúl, pero no quería provocar líos en su propia casa. Después de saludarse inocentemente, Sofía le guió hasta el restaurant, en donde les ubicaron en la mesa reservada. 

Se sentaron en el sillón. Sofía lo hizo justo en el medio, quedando su cuerpo totalmente oculto por el mantel. Animó a Martín a que se le acercara lo más posible. Durante toda la cena hizo lo necesario por hostigarlo con todas las armas de seducción que tenía disponibles. Un toque aquí y allí, en las manos, en el brazo. Acercarse lo suficiente como para llenarle de su aliento. Acercar sus piernas hasta tocarle por debajo de la mesa.

Martín no sólo estaba relajado, sino visible y notoriamente seducido por su presencia. Si algo le caracterizaba a Sofía era su encanto personal. Sabía caerle bien a las personas, al mismo tiempo que llevaba intuitivamente genial cualquier tipo de conversación.

Ya había terminado el postre cuando Martín galantemente sugirió que terminada la noche, la acercaría a su apartamento.

Haciendo un mohín de desencanto Sofía le halagó haciendo referencia a toda la asesoría que él le había dado gratuitamente y el tiempo que había perdido ¿Cómo podría pagarle? Con falsa modestia, su pareja de esa noche comenzó a esbozar una respuesta cuando de pronto se sobresaltó mirándola extrañado.

Sofía había deslizado su mano bajo la mesa, que oculta por el elegante mantel que llegaba hasta el piso, acariciaba la ingle de Martín. El momento era perfecto, pensó Sofía. Esperando que ningún mozo les interrumpiera, desabrochó el pantalón y abriendo el cierre, liberó la polla que en ese preciso momento comenzaba a erectarse. Con las manos desnudas, Sofía comenzó a masturbarle con la mano derecha mientras con la izquierda acariciaba los testículos del encantado y desprevenido comensal.

Mientras le agradecía sus atenciones de ese modo, apretaba la polla y con el dedo pulgar acariciaba el glande duro, que ya escurría líquido seminal. Martín no había perdido tiempo y a su vez había introducido su mano por debajo de la pollera.

Invisibles de la cintura para abajo, ambos se masturbaban recostados sobre el sillón. Sofía llegó primero. Empapando las manos de su pareja, sintió el líquido mojarle las pantaletas. Depués de unas fricciones intensas, Martín eyaculó sobre sus manos, llenándolas de un líquido caliente y pegajoso. Sin poder evitarlo, Sofía llevó la mano derecha hasta su sexo y esparció el semen sobre su clítoris. No pudo contener un suspiro de excitación. No había motivos para evitar pasar un buen rato, pensó.

Una etapa más del plan ya estaba en marcha.





















Cuadro 3: El encuentro

Esa mañana se despertó excitada como una adolescente. Después del encuentro en el restaurant, había sido difícil controlar a Martín. Ya le conocía lo suficiente como para saber que su carácter era galante, pero que podía explotar ante cualquier provocación. Perfecto. Era justamente lo que necesitaba.

Todo marchaba bien. Había que continuar y para eso sólo había que aguardar algunos minutos.

Su esposo se preparaba para ir a la oficina. Como otras veces, esa noche llegaría tarde por "una reunión de negocios". Menudo golfo. Seguramente fornicaría con su puta de turno. Pero ese pensamiento no le inquietó. Sabía que Martín estaba sentado en su auto, esperando por el mensaje de texto de Sofía. Este era el gran día. Y estaba muy excitada.

Saboreando de antemano el encuentro sexual, no podía dejar de apretar las piernas recostada bajo las sábanas. A pesar de la sensación de sentirse mojada, evitaba tocarse, porque su marido aún andaba rondando por allí. Sintió cómo Raúl cerró la puerta principal para buscar el coche y salir rumbo a la oficina.

Sin perder tiempo, se dió una ducha rápida, cambió las sábanas por otras de seda. Dejó la filmadora acomodada sobre el tocador enfocando la cama. Tuvo extremo cuidado en cubrirla para hacerla prácticamente invisible y la dejó grabando. Finalmente, dejó sin llave la puerta y envió un mensaje de texto a Martín, avisándole que podía entrar. Estaba segura que ya lo sabía. Conocía de memoria el puesto de vigilancia de su carcelero y habría visto alejarse a su marido. Probablemente también le había estado espiando por la ventana del dormitorio. Se recostó desnuda, cubierta sólo por las sábanas.

Después de algunos minutos de espera, sintió la puerta abrirse y el sonido de la cerradura. Se tranquilizó al saber que nadie les molestaría. Gracias a la paranoia de Raúl, la cerradura de seguridad sólo podía abrirse desde adentro. Dibujó una sonrisa en su cara al saber que nadie podría interrumpirlos.

Martín atravesó la puerta del dormitorio ya con una evidente erección. Se desnudó rápidamente y terminó por deslizarse dentro de la cama, acercando su cuerpo tibio junto al de Sofía. El sol atravesaba el gran ventanal. Después de un beso de lengua, Sofía empujó la cabeza de Martín contra su coño mientras que con una mano comenzó a acariciarse sus pechos, estrujándolos. Comenzó a gemir quedamente al sentir la lengua de su amante deslizarse suavemente por su sexo.

Pensó en la urgente necesidad de sentir una polla en su interior. Hacía varios días que no tenía sexo. Podía sentir la lengua y la boca de Martín deslizándose en su entrepierna mientras la suavidad de sus labios se sumergían en ese edén de suavidad, calor y humedad viscosa que ahora era su sexo.

Martín parecía querer comerse de un bocado su entrepierna. Podía sentir los fuidos mezclados con su saliva deslizarse buscando las sábanas. El socio de Raúl arrastraba diestramente la lengua adelante y atrás de la raja, esparciendo la viscosidad por todo su cuerpo mientras frotaba su cara contra el coño.

Sofía  movía sus caderas para acomodarlas a las caricias de su boca en un frenesí sexual, masturbándose contra su cara.

Con movimientos diestros se refregaba moviendo todo su coño por la boca de su amante, mojándole toda la cara. Quería empaparle todo el flujo vaginal posible, en un intento animal de dejarle la marca de su olor. Ese pensamiento encendió aún más la excitación de Sofía.

Sin dejar de disfrutar de la hábil boca, Sofía tomó el pulgar derecho de Martín y lo introdujo en su vagina, obligándole a frotar la cara anterior para estimular el punto g. Con su propia mano se estimulaba el clítoris. Los gemidos se hicieron más intensos y fuertes. Podía sentir la contracción interna de los músculos y cómo una oleada de líquido viscoso y caliente brotaba de su interior para caer directamente en la boca de su amante.

Martín se montó sobre su cuerpo mientras le mamaba las tetas succionando fuertemente. Había comenzado a rasguñar las espaldas de Martín cuando, en medio de una convulsión de placer, sintió como un chorro de líquido caliente mojó los genitales de su amante. A él no pareció importarle porque de inmediato comenzó a jugar con su pene introduciéndolo lenta e insinuantemente dentro de su vagina.Tenía el glande agrandado al máximo posible. Su polla era mucho más gruesa que la de su marido.

De una primera embestida, sintió la penetración plena del miembro. Lubricada por completo, pudo sentir como la polla deslizó en su interior mientras tocaba el cuelo de su útero. Se le escapo un gemido de placer. Con sus manos tomó los cachetes de su amante y le apretó fuertemente contra su cuerpo, para sentir cómo se estimulaba el clítoris. Sofía sentía como sus músculos internos se resistían a la cabezona polla. El glande parecía expandirse en su interior mientras entraba y salía. El placer le provocaba gritos y gemidos intensos que llenaban la habitación.

Martín se movía violentamente mientras la cama se balanceaba adelante y atrás. Sofía movía sus caderas al ritmo de sus embestidas. Cada vez que su pene se retiraba por completo, podía sentir nuevamente la violenta embestida que llegaba profundamente en su interior en medio de los jadeos y gemidos.

En un momento Sofía sintió las manos de su amante que rodeaban su culo hasta llegar al ano. Martín arremetió con uno de sus dedos penetrándole el agujero del culo. Con una expresión de sorpresa y placer, Sofía expresó lo mucho que le gustaba esa maniobra. La lengua sabrosa de Martín llenó su boca y paladeó una oleada de saliva cálida y viscosa. Respondió succionando fuertemente la lengua de su amante. Cada tanto Martín deslizaba la lengua dentro de su boca, como si buscara penetrarle oralmente igual que su polla. Sofía le chupaba morbosa y placenteramente.

Dejándose llevar por el momento y la excitación, Sofía sintió una oleda de placer que se manifestó en una convulsión incontrolable. En medio de las contracciones de su cuerpo, gimió al oído de su amante "¡ ahora !"  La reacción de Martín no se hizo esperar. Clavó su polla lo más adentro que pudo y en medio de una explosión de placer ante la inmensa cabeza, Sofía sintió el semen caliente que chorreó dentro de sí. En un último espasmo, terminaron con un par de convulsiones involuntarias, mientras Martín lamía el sudor que cubría el cuello de Sofía.

Cuando Martín dejó el apartamento, revisó la filmación. Sonriendo con malicia al descubrir que los rostros de ambos se notaban perfectamente, quitó la memoria y la insertó dentro de un sobre de correo. Puso como destino la oficina de Raúl y cuidando de dejarlo como un sobre anónimo, se vistió. Tomó un par de maletas que había preparado anteriormente y abriendo la caja fuerte, retiró todo el efectivo que encontró. Se deshizo de las tarjetas de crédito y finalmente cambió el chip del celular.

Iría a buscar un hotel en alguna zona lejana para que no pudieran rastrearla. En el camino enviaría la tarjeta con la filmación por correo.

Se regocijó al pensar que si todo salía según lo planeado, su plan estaba por culminar.



















Cuadro 4: Epílogo

Lo que siguió a continuación, no pudo vivirlo por sí misma, dadas las circunstancias.

Después de entregar en el correo el sobre conteniendo la grabación sexual en donde se la veía con Martín, buscó un motel alejado para recluirse durante algunos días. Su intención era alejarse hasta que las aguas se aquietaran. Posteriormente se enteró por testigos del caso, que las cosas funcionaron como lo había previsto (o casi).

Al recibir y ver la filmación, Raúl estaba furioso. Sofía sabía que en el escritorio de la oficina, su marido escondía una pistola. Según refirieron los testigos oculares, Raúl, completamente fuera de sí, buscó intimidar a Martín a punta de pistola. Incluso se sintió un disapro que falló por poco. Las cosas se volvieron algo confusas y según algunos testimonios, el enojo y la violecia que se desataron, se basaban en un supuesto amorío de Martín con Sofía. Durante la violencia de la lucha y el forcejeo, Raúl resultó mortalmente herido por un segundo disparo que le perforó el cuello.

Martín había sido procesado y se le juzgó por la muerte de su socio, pero el caso se planteaba como de legítima defensa.

Durante el juicio, claro está, salió a la luz la relación de la viuda con el acusado, y a consecuencia de eso, un matrimonio había quedado destruído por la muerte del cónyuge y el otro por el engaño sexual del agresor.

Como no habían hijos de por medio, todas las propiedades y bienes habían quedado a disposición de la viuda de Raúl.

Sofía había seguido viéndose, pero muy discretamente con Martín, y pasados agunos meses de luto, seguramente terminarían viviendo juntos.

Ahora se disponía a viajar a las Bahamas, en donde Martín le esperaba para pasar una dulces vacaciones de relajación y goce sexual pleno.

Con buen humor, Sofía seguía aguardando en la fila para hacer el check-in y deleitarse luego con un café acompañado de donas.

La única pregunta que tenía para sí misma era ¿cómo diáblos se iba a deshacer de Martín una vez que le hubiera convencido de casarse...?

Pero en realidad, el tema no le preocupaba demasiado. Ya se le ocurriría algo.

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