miércoles, 7 de noviembre de 2012

Vivir en un momento




















Vivir en un momento

Todo sucedió el miércoles, al terminar mi jornada. Bueno... en realidad la historia comienza varios días atrás.

Su nombre es Marina. Yo le había observado varias veces camino a casa, durante el crepúsculo. Siempre a la misma hora y en el mismo lugar.

Atentamente le observaba pero viendo su clara belleza cristalina no me atrevía a hablarle por ese sentimiento de inferioridad que me decía que nunca podría una mujer así estar a mi alcance.

Pelo largo que llega un poco más abajo de los hombros. Menuda, madura con esa edad indefinible de una belleza joven todavía, que sabes que está entre los 30 y 40 años. Ni delgada ni rellena, su cuerpo parece esculpido por un artista que buscaba crear la belleza perfecta con un éxito notable. Se pueden notar sus piernas bien torneadas con pantorillas marcadas, de esas que apeteces devorar con besos inacabables.

El día que le ví sus pies mostraban el adorable encanto de sus curvas al calzar un par de sandalias de taco medio con cintas que dejaban asomar unos dedos adorables y proporcionados que en su redondez, terminaban en uñas muy cuidadas. Esos dedos que adoras besar como si el contacto con tus labios te diera la posesión de su hermosura.

Vestía un vestido enterizo de color azul suavemente ajustado a su cuerpo, sin mangas, con una cinta que delimitaba sus pechos por debajo, cruzándole todo el ancho, allí donde limita el tórax con el abdomen. Se veía fantástica porque la tela modelaba las curvas de su cintura y caderas ajustándose en la mitad superior de sus muslos contorneados y les liberaban cerca de las rodillas, terminando el borde justo sobre ellas.

Podía ver sus rodillas carnosas que en la perfección de su redondez, completaban el marco de unas piernas adorables, de esas que quieres sentir desnudas sobre tu cuerpo, rodeándote y acariciándote mientras se cruzan en tu espalda para apretarte contra el sexo de tu amada en un juego de caricias corporales que nunca termina.

Sus brazos, bien formados, le daban aspecto de diosa del amor. Te hacían desear sentir su calor rodeando tus flancos y espalda.

Sus manos delicadas terminaban en finos dedos que con uñas largas permitían apreciar el linaje real de sus rasgos.

Su rostro, detalle genial de poética hermosura, era ligeramente ovalado, de frente amplia y clara, labios rojos naturales, nariz fina, mejillas sonrosadas. El cabello peinado hacia un costado rodeaba un cuello hermoso dejando descubierto el pabellon de su oreja pequeña y delicada, para terminar cubriendo el hombro derecho y como intentando llegar a la curvatura de sus pechos pero sin llegar a cubrirlos.

Sus senos redondos en una muestra de perfección exquisita dejaban insinuar las curvas más bellas de su cuerpo que hacia bajo eran escoltadas por una barriguilla apenas insinuada que terminaba en un par de sensuales surcos inguinales que limitan un sexo que se presume carnoso pero esquivo a los ojos de cualquier mortal.

Así le veía yo el pasado miércoles mientras le admiraba embelsado cuando sus ojos me miraron y sus labios sonrieron intrigantes mientras se entreabrían y dejaban ver las perlas blancas de sus hermosos dientes.

Mi corazón dio un salto y de inmediato me acerqué a ella lleno de sorpresa por mi suerte y atontado aún por el impacto. Sin saber que decirle estaba yo ya a su lado cuando con un gesto de sus manos tapó mi boca con sus dedos y dijo sonriendo "vamos a tu departamento".

Le obedecí como un cachorro a su amo y mientras caminábamos hablábamos tonterías sin importancia. Al cabo de algunos minutos en los que nos presentamos, llegamos a la puerta del edificio que habito y le invité a subir a mi apartamento.

Cuando me disponía a ofrecerle alguna copa, Marina me rodeó con sus brazos y pasándolos por encima de mis hombros, acercó su rostro a mi mejilla derecha. Rozándome en una caricia que quemaba, susurró a mi óido "no hablemos, después tendremos tiempo".

Nos besamos largamente y con la profundidad de un suspiro enamorado nuestras bocas se fundieron y mezclaron mientras sus dedos recorrían mis hombros y mi cuello. Entrelazaba sus dedos en mi cabello en una caricia tierna, mientras mis manos recorrían las curvas de su cuerpo para terminar recorriendo su cintura y caderas.

Aprisionando sus nalgas con mis manos le atraía hacia mí y sentía la suaves curvas de su pecho que me apretaban suavemente. Su vientre se expandía plácidamente al ritmo de su respiración y se pegaba a mi, tratando de fundirse para hacernos uno.

Nos desvestimos lentamente entre nosotros, mientras nuestras mejillas apenas se rozaban al tiempo que sentíamos la cadencia de nuestro respirar en una habitación tranquila.

Desnudos nuestros cuerpos, Marina se recostó en mi cama boca arriba, apoyando su melena en mi almohada mientras acariciaba todo su cuerpo con mis manos y mis labios le recorrían lentamente para terminar a su lado. Le tomé del cuello tiernamente y fundimos nuestras lenguas en un beso francés apasionado.

Abriendo bien sus piernas con mis manos, terminé por arrodillarme sobre la cama, a su derecha, mirando a sus pies. Me incliné en un gesto casi litúrgico de adoración carnal para alcanzar con mi boca su entrepierna mientras veía la escena bajo la tenue luz del crepúsculo. Pude sumergirme por entero en la tibieza de su delicado sexo y con mis labios y mi lengua experimenté el sabor que ese cuerpo me brindaba en forma de un néctar sin igual.

Abrí mis piernas y con rapidez propia de la impaciencia carnal, tomé su mano derecha, la pasé por el hueco que se había formado entre mis muslos y mis genitales y le guié para que cerrara su mano en mi largo pene. Sus dedos indice y medio rodeaban el glande por su extremo y esparcían por todo el miembro la humedad del flujo que emanaba. La piel de su muñeca acariciaba tiernamente la piel de mis testículos.

Podía sentir su gemir suave y su respiración profunda, casi ronroneante. Yo también gemía roncamente. No había lujuria en esa noche, sino una ternura pasional adulta concensuada. Experimentamos esa posición acariciándonos mutuamente varios minutos hasta que Marina me dijo suavemente "hazlo". El flujo le salía abundante, cálido y sabroso.

Me levanté del lecho y le guié de la mano hasta un sillón cercano. Me senté en el sillón acolchado y tomando sus caderas desnudas, giré su cuerpo para que su redondo y suave culo mirara a mi rostro. Besé tiernamente sus nalgas y abriendo sus piernas, le senté sobre mi sexo como si me montara. Mi pene, erecto y voluminoso le penetró profundamente, deslizándose rápida y lubricadamente dentro de ella,

Todo el largo de mi picha se introdujo en su vagina al tiempo que Marina subía y bajaba lentamente, siguiendo un ritmo propio que tensaba los músculos de sus piernas, Yo le seguía subiendo y bajando mis caderas siguiendo el ritmo de su excitación. Al mismo tiempo, mis manos recorrían sus muslos. los costados de sus caderas, su espalda y después se alejaban ligeramente buscando acariciar su bajo vientre, se iban hacia arriba y terminaban en los voluminosos, suaves y aterciopelados pechos. Me detenía un poco más en las aréolas y los pezones.

En esa posición podía acariciar su espléndido cuerpo en toda la extensión porque también seguía por momentos la línea de sus brazos. Marina extendía sus brazos hacia atrás para acariciarme lentamente y en un ritmo repetitivo propio del amor, llevaba su mano derecha hacia abajo y acariciaba mis testículos. Yo alternaba mis manos para llegar a su clítoris. Mojaba mis dedos en el flujo que salía de su coño para lubricarlos. Rítmica, intensa y tenazmente le acariciaba también los labios de su sexo.

Alargamos el acto durante mucho tiempo porque la ventaja de la ternura es que puedes controlar mansamente los estímulos tuyos y de tu mujer. Hoy se había dado la ternura, en otra oportunidad, veríamos.

Esperé por Marina pacientemente, abrumado por las sensaciones múltiples que experimentaba.. No solamente las múltiples caricias mutuas y el placer sexual estaban presentes. Los perfumes corporales que su cuerpo emanaba eran maravillosos.

Luego de terminar, Marina se dió la vuelta y volvimos a fundirnos en un nuevo acto de amor sereno. Afortunadamente pude controlarme bien porque si acababa tendría que esperar por lo menos media hora. Las mujeres pueden ser estimuladas rápidamente luego de un orgasmo, pero no ocurre así con los hombres. Después del segundo clímax, me derramé dentro de su vagina mientras le penetraba lo más profundo que podía.

Al terminar, nos recostamos sobre la cama. Charlamos durante algún tiempo. Luego preparé algo de cenar y terminamos pasando la noche juntos.

A la mañana siguiente, al salir por la puerta, Marina dió bruscamente vuelta su rostro hacia mí. Mirándome directamente a los ojos fue tajante cuando dijo "el martes de la próxima semana, a la misma hora y en el mismo lugar".

Sus ojos atravesaron mi alma mientras sentí dar un vuelco en mi corazón y una sensación de lujuria cómplice me invadió.

Marina apenas sonreía torciendo ligeramente su bella boca en un gesto de sensualidad y suficiencia que me hizo pensar que todo era una trampa. Que todo había sido premeditado.

Ella me había encontrado y elegido, pero había dejado que creyera que la inicativa había sido mía. No me importó en lo absoluto.

El martes de la próxima semana, estaré allí mismo, a la misma hora y en el mismo lugar.
  


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